Magdiel
Aspillaga.
Estaba
entre escribirte o ver una película, entre manejar por esta ciudad a la que
cada día encuentro más desconocida o volverme sal por mirar sobre mi hombro y
en contra de todo mandamiento a tu silueta, caer en la tentación nos hace
humanos. Tu primera imagen fue cerrarte el vestido con cierto recato, caminar
en cámara lenta allí precisamente cuando se inventó la cámara lenta. Yo estaba
como dice una amiga algo colocado y no me importó mucho mirarte fijamente y
varias veces.
Te
descifré de los tacones a la última
raíz de tu pelo, delineando cada una de tus caderas y me hice debajo y encima y
a los lados de boca y polvo de tierra y traspié sobre cada una e imaginando un
poco más allá lo que existe en algún punto imaginado entre tus piernas.
Cuando
yo era adolescente no te conocía, solo miraba el caldero hirviente de la fragua
de mi padre, donde soñaba con meter mis manos y meterme yo, bañarme en el
universo líquido de metal derretido, allí donde comenzaba el mundo, no te había
visto todavía, no estabas, era solo el principio de todo. Pero había calor como
el de esa noche, era negro tu vestido y negra mi camisa como algún cantante
dijo alguna vez, calor, líquidos, yo ligeramente colocado, tu sensualmente
coronada, entramos a un sitio de personas desnudas y tu perfecta, te hiciste
fotos y conversaste conmigo de cosas que honestamente no presté atención, tu
vestido se seguía abriendo. Por eso cuando te tuve cerca y te agarraste el
pecho cerrándote el vestido estuve seguro que ya no era el mismo, que todo
había cambiado definitivamente y para siempre, imaginarte en la nieve como un
video clip de Luis Miguel, sentir que la sal ya no salía de sangre ni de
costado de mi lado, caminar por todas las líneas que me pertenecían con mi miembro
de la mano y sacando a patadas tu imagen de mi cabeza. Tus senos breves, y toda
la maldad de tus ojos, tu nariz que crece y crece y tanto de lujuria entre un
país y más allá del otro continente, listo para lo que viniera, morir en ti
sería vivir eternamente en el país agradecido del placer, de líquidos y
fraguas, de la perfecta conversión del metal sólido a líquido, del hierro en
oro, de leche en miel.
Te lo
dije, lo recuerdas, solo escribo de las cosas que son y fueron imposibles, como
cuando con sed se te tuerce el agua entre los dedos y entiendes es el tiempo,
fugaz, de paso ambivalente y siniestro por este momento llamado vida, nosotros
ya no somos los mismos lo sabemos. Igual se trataba de ti y de mi, de cómo
disfrazarte de otra cosa y como me disfrazo cada día de algo que no soy. Tu con
el tiempo te seguirás poniendo narizona, los cabellos más enrevesados y el
cuerpo a la par de los climas como el clima no importa las veces que te evoque
en mis orgasmos.
Ahora camino
y el aire levanta la hierba como en el set de una película soviética, el sol me
sigue molestando, me tapo la cara, miro por la ventana pero la sombra y tu no
existen, solo películas, guiones inconclusos, inconclusos proyectos que solo
viven en mi mente, tu vives en mi mente mientras nos besamos en cada una de las
escenas repetidas, tu desde un tren con mantilla, aire sobre tu pelo, boca con
polvo, despidiéndote con la inevitable y única razón de que en toda buena
película hay una despedida. Tu cuerpo se delínea bajo el mismo vestido negro,
tus pechos se entrelazan, mi mano penetra la línea fronteriza de ese hueso que
divide tus dos senos.
La
noche que te conocí llevaba una pequeña ave entre la palma de mi mano. Me
levanté, seguí camino por la ciudad tratando de no quedarme solo, irme de fiesta,
hacer chistes, hablar de algunas cosas frívolas y volver a pensarte una y otra
vez, entendiendo que tu ausencia es más seria de lo que había constatado.
Después……
marqué con tiza y orine todo lo que me pertenecía y de lo que me ya hacia
tiempo me había apropiado por la fuerza, de donde soy hace tiempo lo olvidé.
Imagina
un tótem enorme, una pieza perfecta de aluminio, impoluto e inerte ante el mundo, mi miembro
erguido en sinfonía por ti y en reclamo de tu presencia, machistamente repetido
entre campos de caña que fornican al aire, yo niño corriendo, cierro los ojos y
como en un mal relato ya tu no estás, solo es cuestión de dar la espalda,
contar hasta el número 45, creerme Mickey Rourke y estar claro que nunca me
dijiste tu nombre y que esperarte no es la mejor de las opciones, como tu Kim
Basinger llorosa sexy y recatada, escondida en ese disfraz de risas y desvelos,
tu voz me seguía sonando algo rasgada, bajo otras circunstancias pensaría eras
un hombre – es el tequila la noche, la noche la patria y tu, imaginarte sin
vestido fue a lo que me estuve dedicando todo el tiempo.
Me
recuesto, aún tengo el pequeño pajarillo entre mi mano, me tiro cansado, dejo
mi pesado cuerpo sobre el asiento y abro mi mano, ya ves ahora regresa la
cámara lenta aquella que un día y para beneficio del cine tu creaste.
El ave
vuela libre, y con el todas las cosas que eras tu, tus manos cerrando el
vestido con profana belleza, tu nariz y tu sombra que en la noche marcaba, ya
no hay secuencia, no hay banda,
solo mi palma abierta sintiendo el último cosquilleo del aletear de tu
encierro entre mi piel, me rozas con tu trasero que es lo mas bello del planeta
y la pequeña ave se eleva, se disipa como un blanco humo, es el mismo humo de
la fragua de mi padre, del fenecer en el principio y el fin cuando se alcanza
un orgasmo. Comienzo a sentirme un héroe que cae convertido en busto y frente
al sol (ya no en lo oscuro) por la patria.
Del
cielo y de mi mano aún sigue dependiendo mi propia suerte. De ti y de tu
imagen, está el vuelo en distancia que te hace libre. Cuando te vuelva a ver te
daré un beso en la mejilla y señalaré traicionándote que eres tú la culpable de
todo, te negaré varias veces y seguiré imaginando el color de tu sexo sin
vestido. Lo demás será cuestión de presentarnos y no atentar el uno contra la
integridad del otro, de dejar las cosas como estaban en lo que afuera hay
personas que hacen el amor justo antes de dormirse.
Miami, casi 17 de marzo 2015.