lunes, 27 de diciembre de 2010

EL LADO EMPALAGOSO DEL CORAZON.


Por: Rubens Riol Hernández

Eliseo Subiela moviliza en sus películas recursos expresivos provenientes de diversas disciplinas artísticas, convocados con el ánimo de levantar un discurso poético, que al mismo tiempo pretende conmover y ser entendido como cine de arte (aspiración trunca, resultado cuestionable), si tenemos en cuenta que el simple palimsesto de referencias a pasajes reconocibles de la literatura o la poesía -dichos de manera delirante y cada cinco minutos- más que provocar la sugestión puede quedarse en un tímido amago de intenciones surrealizantes, que buscan la complicación de situaciones cotidianas (ejercicio estéril, euforia del símbolo que empalaga y redunda), sin más resultados que la obvia ridiculez que entraña el hecho de recitar poemas hasta el hartazgo. En El lado oscuro del corazón, Subiela apuesta, sin lugar a dudas, por la cursilería (exagerada, frondosa, impertinente), donde confluyen la música de la banda sonora protagonizada en mayor parte por las canciones de Fito Paez, poesía de Mario Benedetti como “Táctica y estrategia” -por sólo citar una de las más conocidas- entremezclada con los lugares más espesos de la cotidianidad artística argentina (motivos sexuales como vaginas, penes, nalgas y testículos escultóricos). Lo positivo de semejante promiscuidad de manifestaciones artísticas es el hecho de que resumen lo mejor de la cultura argentina en un sólo texto; su limitación está en la convivencia premeditada y barroca, pretenciosa y obstinada, que simplifica esencias y nociones. Pero lo que sí es innegable de esta propuesta fílmica es su voluntad francamente postmoderna de articular el discurso desde el homenaje, la cita, a veces con cierto tinte de humor y con el valor agregado que mencionaba antes. Algo muy inteligente en este sentido escribió Roland Barthes cuando reveló que “el intertexto no abarca solamente textos escogidos con delicadeza, amados en secreto, libres, discretos, generosos, sino también textos comunes, triunfantes”. Ese es el mayor acierto del filme con las claras manquedades que entraña esta misma condición.
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No quiero decir que la poesía de Benedetti y la música de Fito sean cursis, sino que la ridiculez y el mal gusto está en querer presentar todo eso de conjunto, (sin límites) y para un fin tan poco justificado como la ostentación.

sábado, 25 de diciembre de 2010

OFICINA: "LA IGLESIA, LOS PENES Y LAS VAGINAS".


PIER PAOLO PASOLINI.

La Iglesia sólo puede ser reaccionaria; la Iglesia sólo puede estar de parte del poder; la Iglesia sólo puede aceptar las reglas autoritarias y formales de la convivencia; la Iglesia sólo puede aprobar las sociedades jerárquicas en que la clase dominante garantice el orden; la Iglesia sólo puede detestar cualquier forma de pensamiento aunque sólo sea tímidamente libre; la Iglesia sólo puede estar en contra de cualquier innovación antirrepresiva (esto no significa que no pueda aceptar formas, programadas desde arriba, de tolerancia: practicada en realidad, desde hace siglos, no ideológicamente, según los dictámenes de una «Caridad» disociada -repito, no ideológicamente- de la Fe); la Iglesia sólo puede actuar completamente al margen de las enseñanzas del Evangelio; la Iglesia sólo puede tomar decisiones prácticas mencionando sólo formalmente el nombre de Dios, e incluso alguna vez olvidándose de hacerlo; la Iglesia sólo puede imponer verbalmente la Esperanza porque su experiencia sobre los hechos humanos le impide alimentar ninguna especie de esperanza; la Iglesia sólo puede (para llegar a temas de actualidad) considerar eternamente válido y como un paradigma su concordato con el fascismo. Todo esto se ve muy claro a través de unas veinte sentencias «típicas» de la Sacra Rota, tomadas de los 55 volúmenes de las Sacrae Romanae Rotae Decisiones, publicados por la Librería Políglota Vaticana desde 1912 hasta 1972.
No había necesidad de leer este florilegio para saber todo lo que antes he enumerado de forma sumaria. Pero sin embargo las confirmaciones concretas -en este caso la «vivacidad » involuntaria de los documentos- refuerzan las viejas convicciones tendentes a la inercia. Más que como lectura literaria estas «sentencias» presentan notables elementos objetivos de interés (como observa Giorgio Zampa que ha hecho el prefacio del volumen). Aluden con la violencia de la objetividad -o sea de la referencia a la matriz común- a toda una serie de situaciones novelescas:
Balzac («Emilio Raulier había decidido asociarse a un tal José Zwingesteiln, pero no tenía el capital preciso para ello...», «Si papá Planchut me diera la cantidad...»), Bernanos, o Piovene (Frida... se quedó huérfana de padre y madre siendo aún una niña y fue enviada a casa del abuelo, que le hacía de padre, quien la mandó al colegio de N. N. en donde estuvo hasta los quince años...»), Sologub (»Al ser muy rica, en cuanto pasó de la pubertad, muchos pidieron su mano al abuelo, entre los que se contaban algunos de rancia y noble familia...»), Pushkin (Los campesinos contemplaron boquiabiertos la pompa nocturna de la boda celebrada en la capilla privada de la finca, entre María y el subteniente Miguel en la medianoche del 8 de junio de 19...»), Pirandello, Brancati y Sciascia (Fascinada por la apariencia de Giovanni, joven de veintiocho años, católica y piadosamente educado, Renata, que tenía ocho años menos que él y que había sido criada según principios y costumbres liberales, se prendó de él..., «así que ella contrajo matrimonio para satisfacer su libido, y no pudiendo obrar de otra manera ya que él al menos desde el punto de vista formal era católico y practicante»).
Confieso que me he leído este libro como novelista o quizá como director de cine. La casuística es tal que desde luego no se encuentra cada día. Pero me he quedado escandalizado (en una lectura tan profesional) de ver cómo aparece la Iglesia a través de este libro. Por primera vez se revela incluso formalmente desvinculada de las enseñanzas del Evangelio. Ya no digo una página, es que ni una línea, ni una sola palabra recuerda, en todo el libro, aunque sea a través de una cita retórica o edificante, al Evangelio. Cristo no interviene para nada, es letra muerta. Sí, se nombra a Dios, es verdad; pero sólo a través de alguna fórmula (teniendo ante los ojos sólo a Dios, invocado el nombre de Cristo»), o poco más, pero siempre con inerte solemnidad litúrgica que no diferencia en nada estas «sentencias» de cualquier texto sacerdotal faraónico o suras coránicas. La referencia es sencillamente autoritaria y nominal. Dios no penetra nunca en el meollo de los razonamientos que hacen que los «auditores» anulen o confirmen un matrimonio, y por tanto tampoco en el juicio pronunciado sobre el hombre o la mujer que piden el «divorcio y de la muchedumbre de testigos y de parientes que representan su vida social y familiar. Lo que los jueces emplean es el código, ya está bien. Esto se puede justificar por el hecho de que el código es específico y especializado. Pero ese código nunca es leído ni aplicado cristianamente: lo que cuentan en él son sus normas, y se trata de normas puramente prácticas, que traducen en términos de sentido único conceptos irreductibles como, por ejemplo, «sacramento».
La llaneza lógica que se deriva es digna de los peores tribunales borbónicos (si se quita a los foros meridionales la pasión hirviente y el amor por el derecho aunque sólo sea formal). El horroroso tono gris eclesiástico carece tétricamente aún más de toda clase de «calor humano» que el borbónico. Los hombres, a los ojos de los jueces de la Sacra Rota, aparecen totalmente privados no sólo de toda inclinación al bien sino, lo que es peor, de toda vitalidad para cumplir el mal (o el no-bien). Conocidos desde siempre por sus debilidades, no presentan ninguna novedad. Su desesperado deseo de conseguir de la vida lo poco que pueden, quizá incluso a través de mentiras, hipocresías, cálculos, reservas mentales, etc. (todo ese instrumental que al fin y al cabo hace a los hombres hermanos) a los ojos de la Sacra Rota no merecen ser materia ni de meditación, ni de conmoción, ni de indignación. Los únicos acentos de indignación en todas estas sentencias son de carácter ideológico; es decir, que tienen como blanco la cultura laica y liberal y, naturalmente, y lo que es aún peor, la cultura socialista. Contra el fascismo se pronuncian palabras de condena, pero se trata de la condena objetiva que se pronuncia indiferentemente contra todas las debilidades humanas y los pecados. Fascismo y debilidades humanas forman parte, indistintamente, de una realidad, fundada sobre poderes instituidos, que parece ser la única que reconoce la Iglesia. Por otra parte estos jueces tampoco se dejan llevar nunca por arranques de simpatía o de aprobación. Los únicos casos, también en este sentido, son puramente formales. Se considera por ejemplo con simpatía y se aprueba a las personas que, socialmente, son consideradas como «católicas y observantes». Sobre este punto los jueces de la Sacra Rota no tienen recato: están dispuestos a cualquier disociación y a cualquier contradicción removiendo cualquier posibilidad de casuística jesuita (que parece su modelo lógico principal). Por ejemplo, una chica es impotente a causa de una contracción vaginal de carácter histérico. Esto los jueces lo saben: ¡y lo tienen en cuenta! Pero ni por un momento se les ocurre remotamente relacionar esa monstruosa forma de histerismo con la educación rígidamente católica que ha recibido esa chica en un colegio de monjas -por lo que habían tenido palabras de indiscutible elogio-. Por otra parte en una causa de nulidad matrimonial debida a la impotencia, esta vez, del cónyuge, no le escatiman a aquel pobre desgraciado ninguna de las más atroces condenas con que se marca, se margina, se lincha a un impotente, cuando dicha impotencia se debe a la homosexualidad. Parecen simplemente dispuestos a entregarlo a manos de un verdugo para que lo encierre en un lager, en espera de eliminarlo en algún horno crematorio o en alguna cámara de gas.
No se ha profundizado por su parte si por casualidad también él había estudiado en un colegio de curas (con la consiguiente represión sexual), no se han planteado si a lo mejor su tentativa de matrimonio tenía como finalidad mendigar un título de honorabilidad o de normalidad con la vecindad o quizá incluso la búsqueda ilusoria de una situación materna.
Tampoco se han planteado si se había casado por interés, por miserable cálculo (cubrirse la espalda haciéndose mantener, el pobre): no. Lo único que les ha interesado a los jueces es el puro y simple dato de su indignidad social: la maldición que lo coloca fuera de aquella realidad donde las debilidades humanas, los pecados y el fascismo encuentran una posibilidad objetiva de existir. Pero lo que más impresiona (escandaliza) al leer estas sacras sentencias, es la degeneración de la Caridad. He dicho que los que dictan estos textos nunca se refieren, sinceramente, a Dios y a sus razones: la Fe y la Esperanza tienen cabida sólo como fundamentos de reglas: fundamentos a los que no se acude nunca, confiriendo a las autoridades -es decir a santo Tomás o a alguna lumbrera de derecho canónico desconocida por nosotros- la responsabilidad normativa del hecho. En cuanto a la relación entre la Fe y la Esperanza y los códigos que se han creado (en este caso, los códigos que regulan las anulaciones matrimoniales, y que por tanto definen el matrimonio), los jueces no entran nunca en materia. Es cíerto que el plano puramente práctico en que actúan les podría permitir una justificación a este respecto: pero si en dicho plano práctico pueden ignorar la Fe y la Esperanza, lo que no pueden ignorar es la Caridad.
Y eso es lo horrible. La Caridad, que es el más elevado de los sentimientos evangélicos, y el único autónomo (puede haber Caridad sin Fe y Esperanza, pero sin Caridad, la Fe y la Esperanza pueden ser hasta monstruosas), queda degradada aquí a mera medida pragmática, de un qualunquismo y de un cinismo que resultan escandalosos. Parece como si la Caridad sólo sirviera para descubrir a los hombres en su más escuálida y atroz desnudez de criaturas: sin perdonarlos ni comprenderlos después de haberlos descubierto tan cruelmente. El pesimismo hacia el hombre terrenal es demasiado total como para consentir el ímpetu del perdón y de la comprensión. Arroja una confusa luz plúmbea sobre todo. Y no veo nada menos religioso y más repugnante que esto.



* 20 sentencias de La Sacra Rota, a cargo de Stelio Raiteri, con prólogo de Giorgio Zampa, Giorgio Borletti Editore. 1974.

«Tempo», 1 de marzo de 1974
(Tomado de www.pasolini.net. Palabra de Corsario)

sábado, 13 de noviembre de 2010

DIRECTORES DE “VIDEOCASSETE”.


Magdiel Aspillaga

Hoy me levante pensando en la secuencia inicial de “Magnolia” el filme de Paul Thomas Anderson. La aparente inconexion de historias y vidas que transcurren junto a la tuya y que por alguna razon u otra van a encontrarse, chocar o simplemente seguir de largo, un extraño y raro sentimiento, como una especie de angustia sobre el infinito universo de todos los conflictos que yacen junto a ti y que estan sucediendo paralelos. Creo que Paul Thomas Anderson “dio en el clavo” con esta secuencia, y no solo se trata de calidad cinematografica, razon filosofica sobre: quienes somos? de donde venimos? y a hacia donde vamos? sino sobre la energia vital que desprende esta secuencia. Me gusta empezar el dia asi.

Alguien definio que PT Anderson pertenecia a los llamados “Directores de videocassete”, junto a otro igual de importante como Tarantino. Citas, refencias, tomar de aquí o de alla, reciclar lo ya hecho, aunque yo incluiria otros muchos y no necesariamente y solamente norteamericanos. Estos directores crecieron viendo peliculas en video, el video se convirtio en algo mas accesible y facil a la hora de consumir cine, el saber y conocimiento “cinefilo” de los mismos es de enciclopedia, vision que traducen a sus peliculas.

El refrito, como algunos tambien lo llaman, el reciclaje o simplemente el tomar de lo ya hecho es algo que en la actualidad avanza con total licencia para alegria de muchos que como yo simpatizan con esto. Como preguntarse hoy en dia donde esta la verdadera creatividad, lo verdaderamente nuevo en el mundo de la creacion, no son acaso el reciclaje, la cita y la referencia un reflejo del lenguaje actual no solo en cine sino en el arte en general, quizas las artes plasticas como siempre a la cabeza del lenguaje creativo son mucho mas osadas y abiertas al respecto, todavia hay quien asegura que el remake del “Psycho” de Hitchcock realizado por Gus Van Sant es una obra totalmente innecesaria, cosa con la cual discrepo por completo, Gus Van Sant realiza este remake plano a plano identico al original, solo varia la iluminacion y el cast interpretado por Anne Heche y Julian Moore. Gus Van Sant copia al calco, rehaciendo la obra maestra, realizando con esto una operación de lenguaje y de recolocacion cinematografica, yo me atreveria a decir que casi unica en el universo cinematografico contemporaneo, ya otro maestro habia filmado un personal remake casualmente casi idem al original, se trata del “Nosferatus” realizado por Werner Herzog en el año 1979 con Klaus Kinski de protagonista e inspirado en el clasico de Murneau, obra cumbre del cine expresionista aleman. Y dice Van Sant un poco a raiz de las fuertes criticas sobre su remake:
"Yo no copié, hice arte con mi talento. Fotografié y pincelé los movimientos. Plasmé las imágenes y realicé una obra de ensayo...”
El propio Hitchcock se copio a si mismo en “The man who knew too much” y mucho tiempo despues el iconoclasta belga Michael Haneke realizaria un remake de su propio “Funny games” en version norteamericana, igual sucederia con Hideo Nakata y su “Ring II” norteamericano, casualmente los remakes de ambos autores tendrian a la bella Naomi Wats como protagonista.




Otro director de citas y referencias al cine es Martin Scorsese, Joe Pesci disparando a camara en “Goodfellas” es un gran e inteligente homenaje al vaquero del “Gran asalto al tren”, aquella primera pelicula silente de Edward S Porter donde por primera vez los nacientes espectadores se asustaban ante alquien que les estuviera disparando, o las transiciones cerradas en circulos que suceden una y otra vez en su "Edad de la inocencia" al estilo de los filmes silentes de inicios del cine. “Shutter island” es quizas su mas reciente homenaje al cine negro y de horror de los años cuarenta (La isla de las almas perdidas (Island of Lost Souls, 1932) de Erle C. Kenton y El malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932) de Ernest B. Schoedsack e Irving Pichel) y por supuesto del Hitchcock de “Vertigo”. Scorsese realizo tambien en 1991 un remake de la cinta de 1962 “Cape Fear” con Robert Mitchum, protagonizado por Robert de Niro.

Durante mucho tiempo fui un seguidor ferviente de Peter Greenaway y sus maximas sobre el cine, creo que todo realizador ha tenido un periodo Greenaway, aun hoy sigo admirando sus peliculas y atento a sus statements, decia Greenaway que el cine que realiza hoy en dia Scorsese es igual al que realizara D. W Grifith, y con este hipotetico ejemplo trataba de demostrar lo atrasado del cine con respecto a otras manifestaciones artisticas. Creo que Greenaway esta inmerso en una especie de renovacion moderna del arte cuando el cine quizas precisamente por ser el arte mas joven ha entendido que no se trata de innovar a toda hora sino de asumir una logica narrativa (y no me estoy refiriendo a la narracion literal sino al lenguaje) y que el reciclaje, la cita y la comprension de su propia esencia como arte es lo que determina a la hora de la creacion y el consumo de dicho lenguaje.


Volviendo a los directores de videocassetes, Anderson y Tarantino realizan un cine, donde cada filme esta plagado de motivos y citas especificas, realizadores que trabajan el cine dentro del cine, donde el disfrute de cada uno de sus trabajos por encima del factor sorpresa, lo original o no que sean, o lo “novedoso” que estan aportando al arte (siempre hay algo que aportar en materia de arte según la critica) se trata de el cine como esencia, como lenguaje, como historiadores y al final directores de cine donde la historia es determinante. (There will be blood, Inglourious basterds).

Tempranas cintas como “Reservois Dogs” o “Boogies nights” son sendos refritos del cine de los 70, y de las subculturas, el universo del porno y el mundo de la pornografia en San Fernando como muestra el filme de Anderson, y el universo de los gansters y las publicaciones “baratas” de historias de atracos y violencia en el caso de Tarantino, ambos crean una aproximacion a la cultura popular desde una optica enciclopedica. En Tarantino hay notables influencias en este cine inicial de John Woo, Akira Kurosawa, Sergio Leone y Sam Peckimpack. En Anderson estan Robert Altman, John Cassavettes, y el propio Scorsese. Pero sobretodo en ambos yace esa fuerza de quien ama al cine, del cinefilo que por sobretodas las cosas ansia jugar y homenajear, hacer cine con el mayor respeto posible, de quien lo idolatra.

Si entendemos el nuevo dia como una sucesion de tiempos, acciones, y sobretodo personas que deambulan complices muchas veces de conflictos semejantes entonces cabe perfectamente esa frase de que no hay nada nuevo entre cielo y tierra, asumir las referencias, y olvidar un poco lo nuevo por lo nuevo nos hace en medio de este "original" mundo que nos ha tocado vivir, mas sobre todas las cosas sinceros, y esas cosas suceden, lo creamos o no.



FINALMUSIK


NARRACION DE VICTOR BASELLS EN "HUESOS DE SEPIA".

domingo, 7 de noviembre de 2010

"FLORES NO ME PONGAN"

Spot de presentación para la obra de teatro "Flores no me pongan", de Rita Martin por Akuara Teatro, bajo la dirección de Yvonne López Arenal.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA HUELLA DE UNA SONRISA


De Julie De Grandy

Uno de mis sueños desde muy pequeña fue conocer París. Sentía una poderosa atracción hacia esa ciudad, y deseaba aprender a hablar francés. Tanto así que solía repetir de corrido ante el espejo la cadena de palabras en francés que me sabía la cual constaban de varios saludos, pedacitos de canciones y el nombre en francés de algunos perfumes.

No fue hasta la edad de 28 años en que finalmente pude conocer la ciudad con que tanto había soñado. Para aquel entonces, no sólo hablaba el idioma con sorprendente maestría, sino que me sabía de memoria el mapa de París y la historia de todos sus rincones y monumentos.

A partir de aquella primera vez, tuve la suerte de poder regresar a París muchas veces más. Fui descubriendo un París más bello y sensual de lo que yo me había imaginado durante los años de mi niñez y mi adolescencia en América. Y, lejos de aburrirme, París iba creciendo para mí en encanto, en seducción y en magia.

En un viaje llevé a mi madre a conocer Paris. Deseaba enseñarle paso a paso mi ciudad favorita, narrándole personalmente su historia con el fin de hacerle sentir la emoción que yo allí sentía.

Desde la llegada al aeropuerto de Orly, me convertí en su guía y su intérprete. Planeamos el recorrido turístico de cada uno de los días y noches que iba a permanecer en la ciudad. Caminamos por las majestuosas avenidas, visitamos los museos, los restaurantes famosos, las boutiques de exquisita moda, los cementerios donde yacen enterrados tantos personajes famosos de la historia. Paseamos en barco por el Sena, visitamos las legendarias iglesias y catedrales, presenciamos los espectáculos nocturnos de los míticos cabarets y admirábamos desde todos los rincones de la ciudad la eterna presencia de la orgullosa torre de hierro, símbolo de la
ciudad.

Pero no fue hasta uno de los últimos días de su estancia en París que decidí llevarla a subir hasta lo más alto de la Torre Eiffel para disfrutar de la vista panorámica y mostrarle desde allí arriba la ciudad en su máximo esplendor.

Era una mañana otoñal y apenas se terminaba de disipar la bruma. Hacía frío y ambas andábamos del brazo cobijadas por largos abrigos, botas y pañuelos de lana y seda que nos protegían el cuello. Cuando iniciamos el recorrido de la larga pasarela del Campo de Marte que culmina a los pies de la torre, a lo lejos veía a unos niños jugueteando alegremente alrededor de una de la fila de bancos que flanquean el campo. Según nos acercábamos a ellos, e inmersa en conversación con mamá, me percaté que aquellos niños nos miraban y señalaban con picardía. Observé como uno de ellos se separaba del grupo y caminaba hacia nosotras con una hoja blanca de papel en la mano.

Al encontrarnos frente a frente, el niño se detuvo y con voz temblorosa, llena de dulzura y de vergüenza, me habló en francés:

- Madame, mis amigos han hecho una apuesta conmigo. Me apostaron a que yo no era capaz de conseguir la huella de una sonrisa.

Le miré un tanto sorprendida y esperé que continuara su relato. Pero él no dijo nada más. Sus ojitos - llenos de inocencia y súplica - se clavaron en los míos. Con timidez levantó la mano que sostenía la hoja blanca de papel y me la extendió.

En la distancia veía al grupo de sus amigos observándonos con morbosa curiosidad y risa traviesa. Miré a la angelical criatura de pie ante mí, que no tendría más de unos ocho añitos de edad, y sentí que mis labios, pintados de carmín, involuntariamente esbozaban una tierna sonrisa. Entonces, tomé el papel de su mano, lo acerqué a mis labios y grabé sobre él la huella de mi sonrisa.

Al devolverle la hoja, el niño quedó mudo. Hizo un pequeño gesto de agradecimiento con la cabeza y arrancó a correr con entusiasmo mientras gritaba algo a sus amigos y sacudía en el aire aquella frágil hoja de papel.

Me mantuve en silencio unos instantes observándole partir. Interrumpió mi silencio la voz de mi madre que preguntaba qué me había dicho aquel niño. Me volví hacía ella y la tomé del brazo. Iniciamos nuevamente nuestra marcha en lo que yo le relataba lo sucedido.

Aquel momento se grabó para siempre en mi recuerdo. Miré a mi alrededor y percibí como París se había abrigado con una luz diferente. Una luz aún más bella que cualquiera que antes hubiese visto. Subimos por el elevador de la Torre Eiffel hasta su cúspide. Y desde aquellos balcones de hierro, vi París por primera vez.

Regresé a la Ciudad de las Luces muchas veces más. Y en mis paseos por sus calles o sentada en las mesitas de sus legendarios cafés, siempre he buscado entre la gente el rostro de aquel niño de grandes ojos azules y nacarado cutis con chapas coloradas en las mejillas.

No sé qué fue de aquel niño que ya será un hombre. No sé si él recordará aquella gélida mañana de otoño en el Campo de Marte. No sé qué destino tuvo aquella hoja de papel. Quizás quedó abandonada esa misma mañana en algún basurero o fue pisoteada por transeúntes. Quizás fue hecha pequeños pedazos que volaron en el viento, o se convirtió en un barquito de papel que luego se hundió en las aguas del Sena. Nunca lo sabré.

Pero prefiero pensar que aquel niño no se deshizo de ella. Que la guardó como un pequeño tesoro de su niñez. Y que, en alguna gaveta olvidada, en algún baúl de cedro de un ático polvoriento o entre las hojas amarillentas de un antiguo libro, existe aún en París la huella de mi sonrisa.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Capítulo 19.- Marla en la cocina


Por Ana Rosa Valdez


El reloj sin carga, sin baterías, suspendido el tiempo en una permanencia incesante, demasiado intensa. Marla está sentada sobre el mesón blanco de la cocina, lleva tacones rojos, medias rojas, quizás el esmalte de sus uñas es rojo oscuro, pero es sólo una probabilidad. Pareciera que ella también se ha quedado sin carga, inmovilizada en la fracción de tiempo en que mis ojos la miran, pero hay un detalle que se enciende en su boca, un cigarrillo blanco que enuncia la petición de calmar una angustia. El humo se condensa en la temperatura persuasiva de la estufa, pero el humo que brota de los labios de Marla es como un escape sustancial de su corazón eventualmente convertido en cenizas. Marla se baja del mesón y me toca el hombro al pasar muy cerca, luego ella se desvanece en la penumbra del corredor donde se ilumina una pintura de Chagall semi consumida por el fuego. No escucho el taconeo de sus zapatos rojos, ni percibo el aroma que despiden sus muñecas. He prefigurado un sueño. Quizás Marla siga sentada cerca del reloj plateado que duerme en la cocina, mientras yo la observo desde esta silla mal dispuesta alrededor de la mesa. Quizás Marla no baje, o no se decida por acariciarme en su huida. No he de saber, he prefigurado una coincidencia demasiado probable, y lúcida.

martes, 31 de agosto de 2010

Capítulo 18.- Fogata de incienso por Edie.


Por Ana Rosa Valdez

Todas, en un momento, habremos querido ser como ella, como Edie. La chica de las medias negras, la última musa del modernismo, que quiso ser post pero las jeringas se interpusieron. El sacrificio por el arte. La utopía de vanguardia. El genio del pop se encargó de convertirla en una reluciente estrella a precio de remate.

Oh Edie: tu ingenuidad no sólo te ancló a una generación perdida, sino también a un futuro incierto, aún hoy, luego de tantos años. Quisiste conservar la candidez en los tiempos de la máquina. Porque tú fuiste eso, tan sólo una parte más dentro del sistema de producción de la factoría. Quizás un enclave preciso, quizás una diosa entre tanta genialidad perversa. Quizás un momento de duda, pero sólo eso, no más allá de cualquier actriz de bajo costo.

Verla junto al genio produce vértigo, como un abrigo de terciopelo en el rincón más oscuro de un cuarto desamoblado. En mi cama hay cientos de fotos de ella, textos que narran sobre ella, incontables memorias con que intento aproximarme a ella. Veo ese film de hollywood donde Sienna Miller se hace pasar por Edie, y pienso en cómo un tributo puede generar trastoques eventuales. Porque la hacen ver como cualquier cinéfilo corrupto quiere ver a las divas destrozadas. Pero en mi cuarto, la historia acontece de otro modo. Quizás poseo la sublime excusa de estudiar el traspaso hacia una posmodernidad ineludible. Pienso en Andy y en Edie, en Jeff Koons y en la Cicciolina. Pero también recuerdo a Dalí y a su querida Gala... y digo: oh amor, por qué no se cometen más crímenes en tu nombre?

domingo, 29 de agosto de 2010

TU NO TIENES MARIAS QUE SE VAN.


Magdiel Aspillaga

Es posible que yo tambien haya nacido un dia que Dios estuvo enfermo, ahora puedo recordar la primera imagen de mi vida, el primer plano de mi pelicula, me bajaba del Ford de mi padre y llegabamos a una casa antigua en medio del pueblo, atravesamos por un pasillo estrecho y al final estaba mi madre, ella me abrazo y me dio de comer boca a boca abiertamente y con una violencia amorosa, recortada contra un espejo de luna mas grande que los dos. Cuerpo y cuerpo juntos y seguros, despues mi padre nos llamo e hizo una foto con una camarita alemana. La foto aun la tengo conmigo.

Sigo pensando en una mujer que canta y que parece ser alguno de mis privados fantasmas, a veces nos escribimos, quien podra estar activando, los correos y la enorme existencia que nos aborda y nos tiene a mal traer dia a dia noche a noche paciencia con paciencia, paciencia mucha paciencia, tranquilidad de saber y conocerse mas alla de mi madre o del profundo espejo que nos arropo aquella primera vez ahora sumido en el polvo y lo borroso de los años, “Ella cantaba salsa” esto parece el titulo de una pelicula de Bernaza. No hago otra cosa que escuchar a David Bisbal todos mis aprendizajes de cine de autor se han puesto a prueba y decaido absolutamente, a nada profundo atina mi dislexico cerebro, a nada mas alla de lo que mi propia nariz y foco directo atinen a ver y divisar. Ella canta salsa y parece de los años cincuenta, mi madre no, mi madre es mas setenta, mi madre era flaquita y se ponia amplias blusas de flores y pantalones de pata ancha, parecia una musa checa y casi no podia cargarme porque yo pesaba mucho y el dia del espejo estabamos ella y yo mirando a la camara de mi padre uno junto al otro con la eterna complicidad del hijo varon y la madre hembra. (Hace dias que no hablo con mi madre) tengo aquí su ultimo correo, breve, tenso, contemporaneo…. hoy recibi tu correo..... Cuidate para que sanes pronto. ... , tu padre  tiene un dolor en el brazo pero le estan dando calores y ya esta mejor, por lo demas estamos bien... Siempre pienso en ti... te quiero y extraño mucho. Te amo .Tu madre, Maria...

Desde hace mucho tiempo solo escucho la voz de mi madre a traves del telefono, es su voz, su misma voz pero atravesada de toda la remota tecnologia que habita entre ella y yo, sigue el tiempo, David Bisbal, Tarkovski, la muerte, el levantarte de pronto asustado en la mañana algo oscura sin saber en que exacto lugar te encuentras: Miami, La Habana o Aguacate....lo demas es cuestion de no sentarte a pensar mucho, quizas y si es posible solo en la mujer fantasma que habita en facebook y que algun dia viste en la television y que eventualmente intercambia contigo ciertas palabras bonitas por la red. Ahora nada importa, es domingo denso inicio de semana, portentosa presencia de que el tiempo continua y va a seguir quieras tu o no, eso no le importa, la distancia, el tiempo y el espacio son solo referencias de la muerte, ella es constante y real, el sexo la trata de esconder, el coqueteo, la nostalgia y la carne una y otra vez... aderezada de la posible presencia de zombies y seres que han muerto anteriormente como esos que pueblan las peliculas que veo.

Aquel dia existio la primera imagen de mi vida, un espejo, mi madre, la camara, el hombre padre testigo vigilante a ambos lados, reflejo, su olor, yo vengo de ti que mas un dia fui un pedazo de ti, pedazo que sigo siendo 90 millas mas al norte y seguro de que tu voz ha ido cambiando de timbres con el mar. Anoche mi madre estuvo conmigo, me dijo cosas bellas y duras, yo le trate de decir que la queria y que iba a tenerla cerca todo el tiempo, nada nos va a separar, pero parecia el texto de una mala pelicula, todo fue inverosimil, entonces el espejo estaba alli y mi madre se convirtio en esa materia ancestral que tiene un color anaranjado y se fue convertida en una criatura rara y divina frente a mis ojos, era como la secuencia de un filme de Cronemberg, la carne nuevamente , la transformacion y el amor que mas, el amor, uno sobre otro y tratando de no separarnos por encima de la conciencia y la nostalgia (sal Tarkosvski de ese cuerpo). Todo se hizo luminoso y escapo por la ventana como abducida por una nave extraterreste. El espejo perdio la capacidad de reflejar y ella ligera y susurrante me toco en ultimo contacto mi costilla y me dijo celosa -Tu no tienes Marias que se van- y yo fui Dios en ese momento, y me dieron como ganas de llorar.

ANGELES SECTARIOS.


Por Yoan Vega

El cielo nunca mas fue cielo, un día amaneció, en el que no había nubes.
El consejal de la ciudad se enfermó a causa de no
poder soñar con la posibilidad de ver sus manos alzarse ante el firmamento al que estaba
acostumbrado.La gente han sido siempre
costumbristas, iban a la catedral que dominaba la ladera del vecindario. Un edificio
religioso no tenía porque ser tan alto pero esa
era la manera de mirar el pasto de ovejas humanas desde la altura.Ante la pérdida de
formas blancas en las que reconstruir historias
la fe se fue extinguiendo en los niños , que encerrados en sus casas , recreaban anécdotas
de un pasado reciente e intangible.
Ante la desesperación se invocaron todos los nombres de la creación pero era en
vano.El amanecer era una planicie absurda
que transtornaba a los propios animales como noche de luna llena.Fue una tarde en la que
la lluvia de lamentos invadió las capas de la
estratosfera que llegaron ellos y se posaron sobre el campanario. Tenían la belleza de la
palabra , el don de la gestualidad que genera los
más grandes convecimientos.Hablaron por horas de la galaxia divina. Mientras movian
las alas en un incesante batir, prometieron en
su discurso, reconstruir la blancura ausente que tanto aquejaba a los árboles .Que cerraba
el paso a la imaginacíon de los artistas y le
devolverían la paz a pájaros sin rumbo.
Una arquitectura que no parecía convincente se llevo a cabo, pero la necesidad
imperaba.El cielo volvía a resurgir luego de unos
meses con la excepción de unos cuantos desajustes.No era real el azul que traspasaba los
tejados y nunca una nube volverïa a posarse
sobre el punto mas distante de la colina.
Siguieron viviendo así , los humanos y los ángeles , en un proyecto que parecía
interminable , siempre en necesidad de ajustes.No
hubo un reclamo porque la fatiga que provoca la ausencia de aguaceros impide el
habla.Ellos que al principio curaban la necesidad de escucha
ahora se habían vuelto intangibles, con requerimientos a la hora de ser mirados, invisibles
siendo palpables.
El espectáculo seguía antes los ojos de Pedro, el joven de las mil preguntas, que
siempre halaba sus vestiduras buscando la verdad detras
de esos andamios.Sentado en la escalera eterna que conducía a los anaqueles y
armatrostes , buscaba decir que los bosquejos del alma se parecen
a las estrellas, que existen planos ocultos que van más alla de las mezquindades humanas
pero allá estaban , los diseñadores de la vestidura celestial.
Lejos muy lejos se evocaban asi mismo, dejando un pequeño espacio para quienes
considerarían digno de su atención.
¡No esperes más por el gesto que no te acompaña!sintió la cálida voz de la anciana
uno de esos días en los que cansado de falsas promesas
estaba a punto de irse del templo!Pierdes el tiempo como todos , creyendo que no tienes
nada que enseñarle a los astros!La señora lo miró con la

dulzura de la lluvia escasa y el vió las entrañas de las pupilas que profetizaban los
tiempos nuevos.!Corre y vuela que tus alas son el dictamen de tu
alma , no esperes por los que pretenden poseer el cielo, que es de todos los que como tu
le escriben diarios a la luna!
La visita duró lo necesario que dura la comprensión en la imaginación de quien no
pudo esperar más para reclamar su espacio en las voces
silenciadas de la gente.Un tumulto se creó en la plaza mayor ,donde las nubes fabricadas
por los artesanos sin alas se elevaban para posesionarse
de una nueva era, en la que la oportunidad de crear no estaba adjudicada a ningún grupo
en específico.
Allí seguían los que con sus alas mustias habían prometido una estructura
semejante a perfecciones alucinantes.Ausentes del proceso llamado
vida , caían del techo del campanario para dar lugar a la más grande de las tempestades:
el amor.

lunes, 23 de agosto de 2010

EL CIELO SOBRE MIAMI.


M. Aspillaga.

Anoche me enamore de una muchacha que trabaja en Blockbuster, ella no sabe nada, no lo puede imaginar tan siquiera mira mis manos y el par de filmes algo mustios que escogi, no habla bien el espanol aunque es de origen latino, ojos chinos, piel blanca y los demas colores los conocen del tipico uniforme azul y caqui –Tenemos un especial y se puede llevar un popcorn, una soda y un candy-
Asi sin mas nuevamente el cine, el amor, la muerte, el deseo, el sexo, la desenfrenada pasion de ver, oir escuchar y despues caminar mortalmente en mi carro por la desierta ciudad de regreso a mi dvd a mi reproductor a mi mente y a mi noche, de cazador, Robert Mitchun-Charles Laughton y los dioses, amarrado bajo un lago atado a la cama mientras mi cuerpo flota y yo sigo desfilando mi profunda y real neuralgia, lenta y sigilosamente cada dia.

Llegue... tire los filmes despreocupadamente sobre el cielo, es Polanski la ultima, no importa, ya nada importa, busco desesperadamente una cerveza y hablo conmigo en lo que tomo lentos sorbos de mi trago, salgo a la piscina y me asomo en sus transparentes y azulosas aguas, la chica del Blockbuster esta debajo flotando amarrada a la pata de su cama. -Que haces ahi? Ven sal. -No, estoy bien, tranquilo, (esto me lo dijo en ingles) y siguio sumergida tranquila y silenciosa lastimandome con su belleza, caqui, azul, blanco y negro, negro pelo y algo de acne rosado y suave en cada lado.
Un telefono y despues amigos, lentos recuerdos musicales, pasarla bien y dejar que la noche avance mientras llueve y sufren de dolor los pantanos y todas las costas adyacentes. Trato de parecer normal, me comporto, convenio con mi doble que se quedo en casa asomado a la piscina, pero yo sigo siendo o aparentando sobriedad (falsa pero sobriedad al fin y al cabo), parezco un personaje de Ken Loach. Termina la noche, la vida si es preciso y vuelvo a dormir, a tratar por lo menos, sabiendo que una mujer vive en la piscina (esto es mas Shyamalan) lo reconozco soy un copiador profundo un pobre imitador de imitadores, mueca falsa o desden siniestro de valerme por mi mismo y lamentarme en fin que mas sigo y sigo hablando y fabulando en lo que el dia se espera....ALARMA...me despierto y salgo asustado, la alarma se activo, algun asesino dentro de la casa dispuesto a sacarme de este mundo de la manera mas terrible, quedo congelado junto al perro esperando el amanecer inmovil incapaz de tomar ninguna decision, solo como una cursi imagen poetica junto a un perro en lo mas profundo de la noche esperando el amanecer... AMANECE. Hoy no he hablado de cine, no he hablado de casi nada, solo bucolicas imagenes egocentricas sobre el miedo, la vida, la necesidad de amar y ser amados comprendidos por encima de las diferencias y despues que mas, sentarte bajo la noche en la piscina a mirar a una mujer y soñar, tranquilo sin cine, sin muerte que mas, asesinado desde hace mucho por ese criminal que activo la alarma, por la misma conciencia lista y promisoria de hablar y comunicar en medio de tantos y tantos. -La devuelve el miercoles (esto lo dijo en ingles) segura y mandatoria, lo recuerdo. Una amiga me invita a comer, vemos los filmes, comemos y despues regreso, este fin de semana avanza extraño. Calles sin sentido y nuevas voces que desconozco. Empieza la semana y me devuelvo como un objeto dejado a la marea, como un vomito, como un recuerdo inconcluso, como una cosa cualquiera que se yo, como un sustantivo, como una pelicula con cargos, descuentos y promociones. Me sabe asi la vida y la sigo sobrellevando.

lunes, 9 de agosto de 2010

Capítulo 31.- Ella no conoce el amor que historié en pergamino.



Ana Rosa Valdez

El amor es una ficción en la que siempre creí. Por eso en todas mis ficciones, sobre todo en la que vivo diariamente, me construyo como un personaje en negativo. Me pregunto si existe alguien que se muera de amor hoy en día. Y si alguna vez existió alguien con tal padecimiento hasta llegar a la locura. Mis personajes mutan según la ficción que vivo. La de todas las noches, por ejemplo, es dolorosa. Sufro una muerte en torturas y lamentos, gritos en la oscuridad, paredes arañadas, manos sudorosas y lágrimas por doquier. La del día es menos fatalista, más romántica. El sol suele convertirme en una suerte de princesa desgarbada, con zapatos sucios que pierdo bajo el armario, y colillas de cigarrillos en los rincones de la casa. Quisiera ser Margarite Duras. O Virgina Wolf envuelta en sábanas lila, como las que tenía cuando estudiaba historia del arte en La Habana. Hay otra ficción que habitualmente eludo, porque me causa una tristeza incompresible. La que vivo cuando escribo estas historias que nadie lee, que a nadie interesan, que sólo para mí tienen una importancia total, plena, como si fuesen fragmentos de aire o retacitos de agua. Sí, tan simple como eso, tan básico y eterno. Siento que todas estas historias, todas estas ficciones, todos estos personajes me acechan.Me miran como si tuvieran algo que ver con mi pasión desmedida por las tardes de verano, cuando en Camagüey hace un calor terrible y en mi ciudad el sol se esconde tras una cortina de nubes pequeñas. A veces suelo impersonar a algunos de mis personajes favoritos, como la chica que es ingenua, y que se sabe ignorante y con pensamientos sencillos, que no responde cuando le preguntan por aquel autor literario, o que no sabe bien quién asumió el cargo de ministro de medio ambiente la semana pasada. A veces, suelo impersonar a otro personaje que me tiene sesgada entre el amor y la desidia; es una chica atractiva, muy seductora, que se cubre con mucha ropa para luego ser desvestida por alguna mano poco inocente. Esa chica tiene los párpados pintados de gris oscuro, rimel negro en las pestañas y un labial color cereza que es incandescente. Me gusta escucharla cuando pone música de los sesenta, y es fantástico cuando baila “Dancing Queen” o alguna otra melodía de Abba. A veces, suelo impersonar a una diva que cae, como el audaz movimiento del trapecista al fallecer, como el mito que se derruye y no resucita. Oh Saroyan! Una diva como aquella que alguna vez amé, que se alejó de mí para siempre y que pervive en alguna ficción bajo el nombre de Jeannie.

viernes, 6 de agosto de 2010

TRES EXTREMOS…

Magdiel Aspillaga

Un nuevo titulo para mi colección esta cinta donde brillan (a mi criterio) los tres directores asiáticos contemporáneos más importantes: Fruit Chan, Park Chan Wook y Takashi Miike. “Three extremes”(2004) es por sobretodas las clasificaciones: nueva, joven, “contemporánea”, quizas lo mas destacado de un verdadero cine contemporáneo. Como bien el titulo lo indica se trata de tres cuentos narrados por las autorías de estos maestros los cuales se han caracterizado en trabajos anteriores por desarrollar fuertes temáticas llenas de violencia, terror y reflexión poética sobre la existencia humana y el mundo actual.
Los segmentos que componen la película son los siguientes: “Dumplings” dirigido por el director de Hong Kong Fruit Chan, con fotografía del maestro Christopher Doyle (el fotógrafo de Wong Kar Wai entre otros muchos) y el guión de Lilian Lee la responsable de importantes bestsellers exitosos en el mundo occidental entre ellos “Farewell my concubine” del cual salio la premiada cinta de Chen Caige.
“Dumplings” narra la historia de una famosa actriz que lucha por recuperar su juventud y fuerzas que siente esta perdiendo con el objetivo de mantener cerca de ella a su marido. Para esto acude a los servicios de una peculiar cocinera que le prepara unos “atípicos” dumplings los cuales contienen propiedades regenerativas, todo debido a un secreto ingrediente que poseen.


El segundo es “Cut” y esta dirigido por el southcoreano Park Chan Wook el director de cintas de culto tan famosas como “Old Boy”, “Thirst” y Sympathy for Mr. Vengeance.
En “Cut”: un exitoso director de cine y su esposa son secuestrados y torturados en un juego sádico por un antiguo extra de las películas de dicho director, este secuestro pondrá a prueba los valores morales de ambos.

El tercero, “Box”, lo dirige nada mas y nada menos que el veterano director japones Takashi Miike, el autor de “The audition”, “Ichi the killer” o “Izo”, para mi el director de cine mas violento del mundo y uno de los mejores y mas originales actuales, casi una maquina de hacer cine con mas de ochenta peliculas en su carrera.
En “Box” una joven tiene recurrentes pesadillas alrededor de su pasado y de una “misteriosa” caja que es enterrada en la nieve. Todo conectado con su hermana muerta hace muchos años.


Del primer cuento de Fruit Chan “Dumplings” salio un largometraje de 90 minutos que viene incluido en un DVD extra, este largo fue distribuido por Tartan en Inglaterra con gran éxito. (Recomiendo de hecho los títulos del catalogo de Tartan).

Como dije anteriormente uno se aventura en un viaje único con “Three Extremes”, un cine de una profunda originalidad, razón que no lo hace alejarse de varias influencias del cine occidental. En el caso del cuento de Fruit se desplaza una medula de cine de horror bien fuerte pero matizada por una estética no solo plantada por la fotografía de Christopher Doyle, donde las imágenes y el tiempo interno de las mismas tienen una singular belleza, sino también en el comportamiento de los personajes con respecto al destino que están tomando sus vidas. El Hong Kong actual es mostrado con una alineación y distanciamientos tan escalofriantes como lo que esta sucediendo en el cuento.


La segunda historia de Park Chan Wook es casi cine dentro del cine y un gran homenaje a este arte y lo que significa como acto creativo, como mezcla entre la realidad y la ficcion, su cuento mantiene una tension inusual marcada con el humor que lo caracteriza rememorando muchas de las influencias que este cineasta evoca en sus trabajos, la literatura de Dostoevsky o Sófocles, los filmes de Polanski, Aldrich o Hithcock, algo de Bergman. Aunque yo creo que la historia que mas me gusto y la mas “Bergman” por decirlo así es la de Takasshi Miike, una verdadera experiencia cinematográfica. El uso del tiempo interno, del tiempo cinematográfico, de la edición en todos los relatos conserva un espacio y una personalidad, pero en el caso de Box la historia de Miike, siendo un director que trabaja con la violencia directa heredada del manga o el horror japonés mas puro yo sentía que el Bergman de “El rostro” o “Persona” rondaban como definitiva influencia. Y si la obra del director sueco no es precisamente sangrienta como si lo es la de Miike, no se puede negar que es de una oscuridad aterrorizante como la de su colega nipón, que curiosamente en esta historia no es la sangre lo que mas destaca y lo que la hace “extrema”. Lo extremo en cada historia no es una deleite gratuito con la violencia, no es un simple planteamiento de cómo deber ser vista la violencia o como asustar o mover superficialmente a un espectador de su asiento. Lo extremo en estos “tres extremos” es muestra de un pensamiento contemporáneo y de una “velocidad” acorde con estos tiempos que nos ha tocado vivir. Estos directores demuestran, muestran y prueban que el cine no responde necesariamente a ideologías o slogans impuestos por el stablishment del arte formal o del arte eurocéntrico, estos creadores plasman que el cine es un arte nuevo y vivo, un arte que no por ser industrial deja de ser sitio de reflexión poética y artística, que a pesar de todo es y sigue siendo un arte, el séptimo o el numero que quieran ponerle las normas de occidente. Mucho menos como pensaría Peter Greenaway el cine esta condenado a desaparecer por su falta de originalidad con respecto al resto de las artes, cuando salen películas como esta uno comprende la belleza y la vitalidad del cine y de ese profundo pacto del espectador con la película.


“Three Extremes”: es una suerte de ensayo poético, no solo sobre la violencia sino también alrededor de la angustia del hombre en la contemporaneidad. Lo que en una época significo el aire fresco del cine de autor, o los movimientos cinematográficos mas avanzados ahora yacen en las obras, obsesiones y poéticas de directores como estos tres asiáticos.

Principios morales y éticos se mueven dentro del filme, pilares del cine asiático en general. Desde Wong Kar Way, Tsui Hart hasta Kim Ki Duk los planteamientos filosóficos alcanzan un nivel de alta elaboración y fuerzas. En “Three extremes” el lirismo es desarrollado a base del absurdo, de lo teatral, de lo pictórico, del show, en otras palabras del cine.

miércoles, 4 de agosto de 2010

DUSAN MAKAVEJEV EN CRITERION COLLECTION


Criterion Collection ha sacado de Eclipses Series la numero 18 que recoge tres filmes del genial e irreverente cineasta serbio Dusan Makavejev, responsable entre otros filmes de la conocida cinta "Montenegro". Ya Criterion habia lanzado su polemica pelicula "Sweet movie" prohibida y censurada, debido a su alto contenido sexual y fuerte critica politica. Uno de los directores de cine mas irreverentes y polemicos de todos los tiempos.

FICHA DE MAKAVEJEV EN IMDB.




ECLIPSE SERIES 18: DUŠAN MAKAVEJEV—FREE RADICAL.






CRITERION. DVD BOX SET. Eclipse Series 18: Dušan Makavejev—Free Radical.









"SWEET MOVIE" EN CRITERION COLECTION.

martes, 3 de agosto de 2010

PENDULO


Por Yoan Vega.

27 AVE SOUTH

La muerte es una senora triste que fuma sin parar.Se para en todas las esquinas de mi habitacion , es escucha en cada emisora radial.Yo viajo a su lado en las noches , cuando me lleva a un laberinto de calles en el que no se si estoy jugando a una ruleta rusa.

836 WEST

Dice que es mi madre , lo dice en un abrazo porque no articula palabra.Sus ojos son huecos y manos largas, es una senora gris de vestido cenizo.No se a donde quiere llevarme pero soy un automata que cae en sus redes.

EXIT 3B

Segundos que se evaden, en excusas , de las que siempre he vivido.No soporto mas este silencio que se asemeja a la tortura. Cuando se acerca hay un frio , que es el hielo de perder la vida a los treinta y cinco anos.

I 75 SOUTH

Un accidente evnvuelve cinco automobiles varados , que se parecen al presagio de lo que me puede pasar.Es imposible no sugestionarse cuando vas al lado de semejante pasajero.

179 ST

Tres muertos y dos heridos a la altura de la I 75 Sur”.Me mira por primera vez, como el nino que sabe la maldad que hizo.

TOLL PLAZA

“El proximo soy yo , lo se.

OUT OF GAS

Me abraza, dandole a los ultimos minutos la confesion del pecado de estar vivo y cometer errores.

STOP

La alarma del reloj, la luz del dia.

7:30 AM

A veces me visita en los suenos. A veces la muerte soy yo mismo.

lunes, 2 de agosto de 2010

"GALLO LOCO" DE HENRY MILLER.


1

Un rincón en América remoto y desolado. Vastas llanuras cenagosas en donde nada con vida puede crecer, ninguna flor. Grietas que se extienden en todas direcciones, perdiéndose en la inmensidad del espacio.

Sobre el andén, con sus pesadas botas de cuero y un grueso cinturón de latón alrededor de la cintura, ella fuma nerviosamente un cigarrillo. Su largo pelo negro cae pesadamente sobre sus hombros. El silbato suena, las ruedas inician su fatal revolución. El suelo se escapa en un infinito cinturón escurridizo.

Bajo ella, un páramo gris sofocado por el polvo y la artemisia. Una vasta, vasta, infinita extensión de tierra solitaria. Un El dorado con menos de un habitante por cada milla cuadrada. De las montañas nevadas que sostienen el cielo soplan fuertes ventarrones. Con el crepúsculo, el termómetro desciende como un ancla. Aquí y allá, montes aislados y mesetas salpicadas con arbustos de creosota. Tranquila está la tierra bajo el gemido del viento.

“Vista tal cual soy, y como siempre seré, siento que soy una fuerza tanto creadora como de muerte, que soy un valor real, y tengo un derecho, un lugar, una misión entre los hombres.”

Lánguidamente se acomodó en su asiento. La sensación de movimiento más que el movimiento mismo. Su cuerpo, quieto y relajado, se hundió profundamente en los acojinados huecos del asiento. Vista tal cual soy... Las palabras parecían surgir por sí solas del océano de signos y flotar en una bruma incolora ante su silenciosa mirada. ¿Existía algo más allá de la pantalla del lenguaje, que nos comunica...? Le resultaba imposible formular, aun para ella misma, el significado de aquel torrente que en ese momento le iluminaba los oscuros rincones de su ser.

Después, las palabras desaparecieron del estanque interno de sus ojos; se esfumaron como el ectoplasma que dicen se desprende del cuerpo de los poseídos.
“¿Quién soy?”, murmuró para sí misma. “¿Qué soy?” Y de pronto recordó que estaba dejando un mundo tras de sí. El libro se resbaló de sus manos. Se encontraba de nuevo en el cementerio, atrás de la casa en el rancho, abrazando los árboles; cabalgando desnuda sobre un semental blanco hacia el lago congelado; por todas partes había valles sofocados por el sol, la tierra fértil gimiendo bajo el peso de los frutos y las flores.

Fue después de la aparición de la mujer krupanowa cuando ella decidió llamarse a sí misma Vanya. Antes había sido Miriam, y ser Miriam significaba ser un alma considerada y autonulificada.

La mujer krupanowa era escultora. Que poseía otras habilidades –habilidades menos fáciles de ser catalogadas– era innegable. El impacto con una estrella de esta magnitud lanzó a Vanya fuera de su órbita superficial; mientras que antes había existido en un estado nebuloso, la cola de un cometa, por así decirlo, ahora se había transformado en un sol cuya cromósfera interior resplandecía con imperecedera energía. Una pasión voluptuosa invadía su trabajo. Con bistre y sangre seca, con verdín y amarillos cetrinos, perseguía los ritmos y las formas que consumían su visión. Naranjos desnudos, de estatura colosal, apresaban pechos que goteaban limo y sangre; odaliscas vendadas como momias y apóstoles que ni siquiera el mismo Cristo había visto exponer sus heridas, sus miembros gangrenados, su túmida concupiscencia. Estaban San Sossima y San Savatyi, Juan el Guerrero y Juan el Precursor. A sus madonnas las ceñía con pétalos de loto, con escorpinas doradas y elfos perversos, con una abundancia de frutos incipientes. Inspirada por Kali y por Tlaloo, inventó diosas de cuyos cráneos sonrientes brotaban reptiles de ojos topacio que miraban al cielo, sus labios hinchados de blasfemia.

Llevó una vida singular al lado de la mujer krupanowa. Drogadas con el ritual de la misa, se tambaleaban hasta el matadero, y de ahí a las vidas de los Papas. Recorrían con sus dedos la piel de los cretinos y de los elefantes, fotografiaban joyas y flores artificiales, y culís desnudos hasta la cintura; exploraban los patológicos monstruos del mundo de los insectos y los aún más patológicos monstruos de Roma. Por las noches soñaban con los ídolos enterrados en la morena de Campeche y con toros embistiendo desde la estacada para venir a morir bajo los sombreros de paja.

Su pulso se aceleró con la tumultuosa procesión de pensamientos que impulsaba a través de sus venas la brillante y tibia sangre, encrespada al máximo. Miró el libro que tenía sobre el regazo y de nuevo leyó estas palabras: “Vista tal cual soy, y como siempre seré, siento que soy una fuerza tanto creadora como de muerte, que soy un valor real, y tengo un derecho, un lugar, una misión entre los hombres.”
Súbitamente, sin ningún obstáculo ni advertencia, un dinamo se desató en su interior. Cada partícula de su derretido ser se crispó violentamente con una estremecedora embriaguez... Abigarradas palabras la drogaban con venenosa concupiscencia... Supo que detrás de todas las cosas, sublimes o innobles, se escondía una turbulenta fuerza vital, un significado y una belleza de lo cual el arte, por glorioso que fuera, era tan sólo un pálido reflejo. “¡Quiero vivir!”, murmuró salvajemente. “¡Quiero vivir!”

2

Tony Bring, sentado solo en una habitación amueblada que dominaba el puerto. Era medianoche. Esto significaba que había estado leyendo el mismo capítulo durante dos horas o más. Todo era demasiado incomprensible, una orgía de aprendizaje envuelta en armiño. Sintió que se hundía cada vez más y más profundamente, sin llegar jamás al fondo.

Hacía apenas unos cuantos días que su amiga había puesto en sus manos esta morfología de la historia, como se llamaba. Y ahora, pensó, el cuerpo de su amiga se descomponía calladamente bajo un montecillo oculto con rosas.

Se sintió oprimido. No era tan sólo que el espíritu de su amiga yaciera embalsamado entre las páginas del libro, tampoco era el hecho de que se le escapara el significado del texto, era que ya no podía soportar la soledad que sentía al estar ahí sentado, esperando escuchar el sonido de sus pasos.

La infernal espera se había prolongado ya varias semanas, no todas las noches, es cierto, pero sí intermitentemente, y con una frecuencia que irritaba sus nervios. Allá abajo, donde el puerto se dilataba en una inmensa explosión tintada, había paz. La rizada superficie del agua se unía al manto nocturno arrojando una película de silencio líquido sobre la tierra. Mientras hacía a un lado la cortina para mirar en la oscuridad, un inexplicable terror se apoderó de él. Le pareció sentir, como si fuera la primera vez, que estaba completamente solo en el mundo. “Todos estamos solos”, musitó para sí mismo, pero incluso al decirlo no pudo evitar sentirse más solo que nadie en la tierra.

Por lo menos, se dijo (se había estado repitiendo lo mismo varias veces), no había nada definitivo de qué preocuparse. ¿No lo había, en verdad? Mientras más intentaba tranquilizarse, más se convencía de que alguna siniestra desgracia lo acechaba, cuya realidad e inminencia se manifestaban a través de estos tenues y oscuros presentimientos. Poco consuelo encontraba al pensar que la ordalía no duraría mucho. Se trataba más bien de saber si ésta no constituía el preludio a un aislamiento continuo y definitivo. Los periodos de ansiedad, que en un principio tenían una duración razonable de una o dos horas, ahora se prolongaban por lapsos de tiempo verdaderamente inconmensurables. ¿Mediante qué cálculo podría medirse la absoluta agonía acumulativa entre la espera de una hora o la de cinco? ¿Qué podía aclarar, en un problema como éste, el paso del tiempo medido según el lento transcurrir de las manecillas de un reloj?

¿Pero, había explicación...? Sí, para las explicaciones no había límite. El aire a veces se ponía triste con ellas. Sin embargo, no explicaban nada. El mismo hecho de que existieran las explicaciones requería una explicación.

Su mente deambuló un rato por las complejidades de esa vida que se vive en las grandes ciudades –las ciudades otoñales– donde reina un ordenado desorden, una justicia desquiciada, una fría desunión que permite que un individuo se siente tranquilamente frente a su chimenea mientras alguien arroja una piedra y al hacerlo asesina vilmente a otro. Una ciudad, se dijo a sí mismo, es como un universo, cada cuadra una constelación danzante, cada hogar una estrella encendida, o un planeta incendiado. La vida cálida, gregaria, el humo y las oraciones, la algarabía y la procesión, todo el maldito espectáculo tenía como pivote al miedo. Si un hombre era capaz de amar a su prójimo tal vez pudiera respetarse a sí mismo; si podía tener fe tal vez podría obtener paz –pero ¿cómo, cómo, en este universo de ladrillos, en un manicomio de egocéntricos, en una atmósfera de agitación, de lucha, de terror y violencia? Para el hombre de las ciudades otoñales sólo quedaba la visión de la gran puta, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Ellos odiarán a la ramera, la abandonarán y la desnudarán y se comerán su carne, y la quemarán en el fuego. Esta era la revelación de los espiritualmente muertos... el último capítulo... el libro de los libros.

Tan absorto estaba en su fantasía que cuando repentinamente volteó y la vio de pie en el umbral, casi se cae.

Estaba desnuda bajo su camisa morada. Él la retuvo a la distancia de sus brazos y la miró larga, intensamente.

“¿Por qué me miras así?”, dijo jadeando, todavía sin aliento.

“Estaba pensado qué diferente...”

“¿Vas a empezar con eso otra vez?”

“No”, dijo tranquilamente. “No voy a insistir más, pero... bueno, mira Hildred, a veces te ves tan terrible, sencillamente terrible. Cuando quieres, te puedes ver peor que una puta.” (Le faltó valor para decirle directamente: “¿Dónde estabas?” o “¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo?”)

Ella fue al baño y regresó casi inmediatamente con una pequeña botella de aceite de olivo y una toalla. Vertiendo unas cuantas gotas de aceite en sus manos, comenzó a frotar su cara. La suave y esponjosa pelusa de la toalla absorbió la mugre y la grasa que se habían acumulado en sus poros. Parecía el trapo con el que un pintor limpia sus pinceles.

“¿No estabas preocupado por mí?”, preguntó ella.

“Por supuesto que sí.”

“¡Por supuesto! ¡Qué manera de decirlo! Y no hago más que llegar y lo primero que me dices es que parezco una puta... peor que una puta.”

“Tú sabes que yo no te dije puta”, dijo él.

“Es lo mismo. Te gusta decirme cosas. No eres feliz a menos que me estés criticando.”

“Ay, no entremos en eso”, dijo él fastidiado. Tenía ganas de gritar: “¡Al diablo con todo! ¡Me amas, eso es todo lo que quiero saber! ¿Me amas?” Pero antes de que se lo pudiera soltar, ella ya lo había calmado con su profunda y vibrante voz. Su lenguaje era fluido... demasiado fluido. La pulsación de su oscuro y exuberante ritmo latiendo a través de él como la tibia sangre en sus venas femeninas despertaron en él sensaciones que confundía con el sentido de las palabras que ella pronunciaba. Agrupándose en secreto, profusos y oscuros, sus pensamientos penetraron en los de ella y quedaron suspendidos detrás de las palabras, un velo que el más ligero viento podía desgarrar.

3

Ahí estaba sentado, el pequeño y repugnante farsante, con sus rizos dorados y sus puntiagudas uñas chinas. Estaba casi en el escaparate, de espaldas a la calle. Su parecido con Juan el Bautista era sorprendente. Cuando se levantó, mostrándose plenamente, se transformó de súbito en un mastín, esa raza inteligente que aprende a caminar sobre sus patas traseras después de arrebatar algunos trozos de carne cruda. Exhibía una expresión habitualmente plácida. O acababa de comer bien, o estaba a punto de hacerlo. Una pasividad oriental. Un lago de cristal que al ondularse se rompería.

Los hombros anchos de Vanya y su portentosa estructura lo escondían casi por completo. Resultaba cómica su solicitud. Tomando su mano, la mojaba con sus labios como un cachorro lamiendo la mano de su dueña.

Un olor a comida rancia lo penetraba todo.

“¡Come, Vanya, come!”, le imploraba él obsequiosamente. “Come todo lo que quieras. ¡Come hasta reventar!” A Hildred la ignoraba cortésmente, o si se veía obligado a dirigirse a ella, elaboraba sus comentarios con tan florida hipocresía que ella hubiera querido estrangularlo. Tenía una manera especial de levantar el labio superior y sonreír a través de sus dientes amarillos –mueca de una blandura odiosa. “Te ves muy seductora esta noche”, decía, “muy seductora”, dándole la espalda antes de terminar el cumplido.

La presencia de un poeta que insistía en guardar espagueti en los bolsillos de su chaleco estaba provocando una ligera conmoción. En el último grado de embriaguez se esforzaba por divertir a un par de mujeres que se le colgaban como buitres. Estaban desnudas bajo sus abrigos de piel, que él abría ocasionalmente. En las esquinas de sus ojos inyectados en sangre había una sustancia blancuzca; los párpados, despojados ya de sus pestañas, parecían gomas ulceradas. Al sonreír se asomaban entre sus gruesos y amorfos labios unos cuantos muñones chamuscados y la punta de una lengua húmeda. Se reía sin cesar, con una risa que era como el gorgotear de una alcantarilla.

Las perras a cuyos oídos susurraba tartamudeando sus delicadas palabras lo miraban con infatuada incomprensión. En relación al sexo opuesto, a él sólo le preocupaba una cosa –que sus mujeres tuvieran los órganos necesarios para su gratificación. Fuera de eso, poco le importaba si eran morenas o blancas, bizcas o sordas, enfermas o imbéciles. En cuanto a ese pequeño farsante, Willie Hyslop y su pandilla, uno no podría decir nada a menos que le viera de la cintura para abajo, y aún así el problema era complicado.

“¡Criatura vil y repugnante!”, estalló Hildred al salir de la cafetería. “No entiendo cómo puedes soportarlo.”

“Oh, realmente no es tan malo”, dijo Vanya. “No veo por qué lo desprecias más que a los otros.”

“No puedo evitarlo”, dijo Hildred. “Me molesta que lo dejes utilizarte.”
“Pero si ya te lo dije, estoy arruinada... completamente arruinada. Si no fuera por él, por el pobre tonto que es, no sé dónde estaría yo ahora.”

Hablaban en la calle, a la puerta de Vanya.

¿Por qué se queda aquí parada? pensó Hildred. ¿Por qué no me invita a pasar?
Como si sus pensamientos se dividieran, Vanya cambió de postura, intranquila, sintiéndose extrañamente turbada, haciendo vacilantes intentos por prolongar la conversación. Había algo en su mente que durante toda la noche había estado tratando de expresar. Más de una vez había intentado abordar el tema indirectamente pero, o Hildred era muy torpe, o no estaba dispuesta a colaborar en lo más mínimo.

“¿Entonces, te gustaría ir a París conmigo?”, dijo Vanya impulsivamente.

“Me encantaría más que nada en el mundo. Pero...”

“Escucha, ¿no te parece extraño que te haya hablado como lo hice esta noche?”
“Siento como si te conociera de toda la vida.” Y entonces, de repente, añadió serenamente: “¿Aquí es donde vives?”

“Por el momento”, respondió Vanya, afirmando con la cabeza.

Se quedaron en silencio durante un momento.

“Vanya”, dijo Hildred, de nuevo impulsivamente, con voz suave, vehemente, “Vanya, quiero que me dejes ayudarte. ¡Debes hacerlo! No puedes seguir así.”

Vanya tomó la mano de Hildred. Se miraron a los ojos. Permanecieron así durante todo un minuto, sin que ninguna de las dos se atreviera a romper los límites de la palabra.

Finalmente, Vanya dijo serena: “Sí, te dejaré ayudarme... con gusto... ¿pero cómo?”
Hildred titubeó. “Eso”, respondió, “no lo sé ni yo misma.” Las palabras cayeron lentas, como copos de nieve de sus labios. “Sólo considérame tu amiga”, añadió con sinceridad.

Ya fuera por el efecto de estas últimas palabras, o por la determinación de llevar a cabo alguna idea preconcebida, de cualquier manera, Vanya se volteó intempestivamente, decidida a condescender.

Desdeñando a su un tanto asustada compañera, su amiga, le suplicó que esperara. “Solo un momento”, imploró. “Tengo algo que quiero darte.”

Tomado de Arlequin.

martes, 27 de julio de 2010

RENUNCIA.


Magdiel Aspillaga.

Siempre el 1 de septiembre, y después los demás: el 1 de octubre, el 1 de noviembre, el 1 de diciembre, el 1 de enero, el 1 de febrero, el 1 de marzo, el 1 de abril, el 1 de mayo, el 1 de junio, el 1 de Julio, el 1 de agosto, todos sin parar tirados de golpe sobre mi cara, sin ningún tipo de descanso, como un chorro de alguna sustancia que no logro conocer, pesados en espacio, tiempo, contenido y forma. Por eso un día me agote demasiado y entre a un “Club de Stripper" y me enamore de una mujer bella que bailaba desnuda, ella vino se sentó a mi lado, me dejo tomar de su boca, me recordaba a alguien de otra vida, entonces entro Henry Miller y me golpeo tirandome contra el piso y tumbándole a la mujer la lata de Redbull que saboreaba.

–Así es como tratas de huir, así es como lo haces, todo el dolor me pertenece, dale echando, tumba, vete- me dijo.

Esto me sonaba a Kafka –Renuncia- recorde, pero me era imposible renunciar.

En algún lugar había leído que Bukowski fue golpeado por Ernest Heminway (esto me tranquilizaba) pero esto creo era parte de la propia fabulación y fantasía de Bukowski, Heminway nunca supo quien fue Bukowski, digo eso creo, tampoco es que este muy seguro, tengo la sensación de no haber estado seguro de nada durante toda mi vida, en fin, me levante. Henry Miller se sentó en mi lugar y ahora era el quien bebía Redbull con cerveza caliente de los labios de la mujer que trataba de cubrirse entre bocanadas de lengua su profunda y descuidada desnudez. Me senté junto a ambos, Henry Miller dejo de realizar su actividad y me miro mucho más desafiante.
– ¿Y ahora que?- Volvió a decirme. Aquello parecía la secuencia de un filme dirigido por un hombre viejo.

La mujer se levanto y se subió sobre la mesa ante los ojos de los dos y de pronto por un extraño fenómeno de combustión y física su cuerpo se prendió en agresivas y bellas llamas. Ella reía mientras ascendía al cielo del techo del lugar en ágiles cenizas.
Henry Miller la miraba y lloraba, se le había escapado entre manos y labios, solamente basto un abrazo para que se le esfumara prendida al éter mundano del lugar, mientras el suave sabor del Redbull se le desaparecía de la boca, ultimo rastro de un posible amor.

Después todo fue mas tranquilo. Henry Miller se levanto más viejo que como se había sentado y alegre porque tenía la muerte cercana. A mi me dieron ganas como de llorar pero aguante, no quería pasar pena, pero mi garganta y mi estomago se contraían de dolor… por ella, por Henry Miller, por el fuego y por los últimos días de cada mes.

DOS POEMAS DE ALEJANDRA PIZARNIK



"A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD"

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.



"LA ULTIMA INOCENCIA"

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!
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