domingo, 9 de septiembre de 2012

NO ES TIEMPO DE CIGUEÑAS.



Magdiel Aspillaga

Fueron muchas las películas que vi en mi infancia y que me marcaron definitivamente, con el tiempo he tratado de entenderlas, explicármelas y tratar de recordar el momento en que se quedaron conmigo, pero el cine llega de ese modo, con lagunas llenas de sonidos e imágenes que significan para siempre en uno mismo, con historias,  y pedazos de cosas impregnados contra la muerte y por la vida en imagen. Así entre estas películas apareció “No es tiempo de cigüeñas” (1987)  un documental del cineasta cubano Mario Crespo que recuerdo descubrí acompañado de mi madre en alguna proyección tardía de algún lugar, ahora lo pienso a través del espejo de los años lleno de mucho polvo pero vivo.
Una serie de entrevistas a adolescentes que tuvieron embarazos prematuros comienza a tejer la trama de este documental, de esta "singular" película sobre la adolescencia. En medio de un momento donde muchos cineastas en Cuba se volcaban a temas más épicos, Crespo apostaba por el individuo, un ejemplo bueno de esto es su cuento de “Mujer transparente” (1991), Mario Crespo pertenece a mi criterio a esa raza extraña de creadores a veces incómodos, otras incomprendidos (por los que no tienen capacidad de comprender sobretodo) que en medio de censuras y críticas hicieron un cine diferente en la isla, fuera del molde establecido, y no hablo de censura política exactamente, sino de la censura local, aquella que esgrime (bien lejos del bestseller de Sidney Lumet)  que “así se hacen las películas”, este pudiera ser material para otro texto y no era la idea, pero son varios estos creadores que "la historia oficial" (ahora recordando a Luis Puenzo) borró o destinó a grises esquinas para resaltar la creación cinematográfica de una vanguardia nacional que no es tal, más que una vanidosa actitud expuesta  en la aldea, donde el mundo entero es desconocido.

 En “No es tiempo…” las imágenes directas de los entrevistados llegaban a mi descarnadamente, en aquellos años de mi infancia mi idea del sexo estaba asociada a la historia de una muchacha que casi niña había tenido un hijo y a la que todos los vecinos miraban extrañamente por la calle.  No eran tiempos de cigüeñas. ¿Cuál es el verdadero tiempo de cigüeñas? Y aquí la genialidad de Mario Crespo cuando apunta hacia los verdaderos protagonistas de esta afirmación, ellos tienen la palabra, les da la voz y la posibilidad real de expresarse más allá de lo que estaba establecido o lo que debía ser, por eso su documental sigue vivo y trasciende la memoria de mi archivo personal porque en esencia logró ese acto mágico con el que muchas veces te premia el cine. No volveremos a estar frente a los mismos adolescentes, en ese encuadre, en ese justo momento, con ese sonido, con lo descarnado de la cámara, con la presencia directa y sin afeites. Un grito, un statement, la visión de un artista consecuente con el momento y el entorno donde le ha tocado crear,  con una fuerza única. ¿Qué será de aquellas prematuras e inesperadas madres en estos días? ¿Qué caminos habrán tomado sus vidas y la de sus hijos no planeados? El documental no es solamente una película de esas que se ponían antes de la función principal donde de seguro mi madre y yo la vimos, el documental de Crespo es una pieza que el tiempo se ha encargado de completar como las buenas y verdaderas obras de arte, su ejecución la completan sus protagonistas en la enredada línea argumental de la vida. La terminan aquellos que entendieron el inocente cuento de que a los niños los trae un ave extraña “extranjera” y lejana y los deposita por las noches delicadamente  junto a las almohadas de sus padres, que ahora son padres, antes fueron hijos y en el documental serán para siempre adolescentes y héroes,  los héroes y las víctimas al mismo tiempo de los esquemas de una sociedad que todo el tiempo combate a la vida, la vida no como concepto amplio y abstracto, sino como acto biológico y directo, físico y por esto mismo poético, gestual y profundo, duro y doloroso.
Yo pude haber sido un hijo de adolescente, casi lo fui, un poco lo soy, no es tiempo de cigüeñas, repito el título mirando al techo, mi cara ya no me parece conocida y temo un poco levantarme cada día “…la luz que nos empapa con su mierda reluciente…” ( diría un amigo poeta). 
Ya Rossana Arquette se marchó, yo pataleé  para después convertirme en Nick Nolte por unos segundos mientras escuchaba “A whiter shade of pale” , toca continuar el camino con más o menos combustible encima y engancharme en el próximo episodio. Cuando pienso en mi madre me duele, cuando ella me tuvo también le dolió, el cine sigue siendo el mayor de mis abismos y el más grande de mis salvamentos, la noche espera agazapada en la ventana para arañar de rojo los techos y los árboles violentamente al despertarme. El cuento de la cigüeña sigue salvando nuestra especie para siempre.

"No es tiempo de cigüeñas". (1987)
Dirección: Mario Crespo. Guión: Mario Crespo y Maria Santucho. Producción general: Olga María Fernandez Dirección de fotografía: Livio Delgado. Edición: Edelmira Lores. Música original: Carlos Varela. Sonido: Javier Figueroa y Carlos Fernández.

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