Magdiel Aspillaga
Fueron muchas las películas que vi en mi
infancia y que me marcaron definitivamente, con el tiempo he tratado de
entenderlas, explicármelas y tratar de recordar el momento en que se quedaron
conmigo, pero el cine llega de ese modo, con lagunas llenas de sonidos e
imágenes que significan para siempre en uno mismo, con historias, y pedazos de cosas impregnados contra
la muerte y por la vida en imagen. Así entre estas películas apareció “No es
tiempo de cigüeñas” (1987) un documental
del cineasta cubano Mario Crespo que recuerdo descubrí acompañado de mi madre
en alguna proyección tardía de algún lugar, ahora lo pienso a través del espejo
de los años lleno de mucho polvo pero vivo.
Una serie de entrevistas a adolescentes que
tuvieron embarazos prematuros comienza a tejer la trama de este documental, de esta "singular" película sobre la adolescencia. En medio de un momento donde
muchos cineastas en Cuba se volcaban a temas más épicos, Crespo apostaba por el
individuo, un ejemplo bueno de esto es su cuento de “Mujer transparente” (1991), Mario
Crespo pertenece a mi criterio a esa raza extraña de creadores a veces incómodos,
otras incomprendidos (por los que no tienen capacidad de comprender sobretodo)
que en medio de censuras y críticas hicieron un cine diferente en la isla,
fuera del molde establecido, y no hablo de censura política exactamente, sino
de la censura local, aquella que esgrime (bien lejos del bestseller de Sidney
Lumet) que “así se hacen las películas”, este pudiera ser material para otro texto
y no era la idea, pero son varios estos creadores que "la historia oficial" (ahora recordando a Luis Puenzo) borró o destinó a grises esquinas para
resaltar la creación cinematográfica de una vanguardia nacional que no es tal, más
que una vanidosa actitud expuesta en
la aldea, donde el mundo entero es desconocido.
En “No es tiempo…” las imágenes directas de los entrevistados
llegaban a mi descarnadamente, en aquellos años de mi infancia mi idea del sexo
estaba asociada a la historia de una muchacha que casi niña había tenido un
hijo y a la que todos los vecinos miraban extrañamente por la calle. No eran tiempos de cigüeñas. ¿Cuál es el
verdadero tiempo de cigüeñas? Y aquí la genialidad de Mario Crespo cuando
apunta hacia los verdaderos protagonistas de esta afirmación, ellos tienen la palabra, les da la voz y la posibilidad real de expresarse más allá de lo que estaba
establecido o lo que debía ser, por eso su documental sigue vivo y trasciende la
memoria de mi archivo personal porque en esencia logró ese acto mágico con el que muchas veces te premia el cine. No volveremos a estar frente a los mismos adolescentes, en ese encuadre, en ese justo
momento, con ese sonido, con lo descarnado de la cámara, con la presencia
directa y sin afeites. Un grito, un statement, la visión de un artista
consecuente con el momento y el entorno donde le ha tocado crear, con una fuerza única. ¿Qué será de aquellas prematuras e
inesperadas madres en estos días? ¿Qué caminos habrán tomado sus
vidas y la de sus hijos no planeados? El documental no es solamente una película
de esas que se ponían antes de la función principal donde de seguro mi madre y yo
la vimos, el documental de Crespo es una pieza que el tiempo se ha encargado
de completar como las buenas y verdaderas obras de arte, su ejecución la
completan sus protagonistas en la enredada línea argumental de la vida. La
terminan aquellos que entendieron el inocente cuento de que a los niños los
trae un ave extraña “extranjera” y lejana y los deposita por las noches
delicadamente junto a las almohadas de sus padres, que ahora son
padres, antes fueron hijos y en el documental serán para siempre adolescentes y
héroes, los héroes y las víctimas
al mismo tiempo de los esquemas de una sociedad que todo el tiempo combate a la
vida, la vida no como concepto amplio y abstracto, sino como acto biológico y
directo, físico y por esto mismo poético, gestual y profundo, duro y doloroso.
Yo pude haber sido un hijo de adolescente,
casi lo fui, un poco lo soy, no es tiempo de cigüeñas, repito el título mirando
al techo, mi cara ya no me parece conocida y temo un poco levantarme cada día “…la luz que nos empapa
con su mierda reluciente…” ( diría un amigo poeta).
Ya Rossana Arquette se
marchó, yo pataleé para después
convertirme en Nick Nolte por unos segundos mientras escuchaba “A whiter shade
of pale” , toca continuar el camino con más o menos combustible encima y engancharme en el próximo episodio. Cuando pienso en mi madre me duele,
cuando ella me tuvo también le dolió, el cine sigue siendo el mayor de mis
abismos y el más grande de mis salvamentos, la noche espera agazapada en la
ventana para arañar de rojo los techos y los árboles violentamente al
despertarme. El cuento de la cigüeña sigue salvando nuestra especie para siempre.
"No es tiempo de cigüeñas". (1987)
Dirección: Mario Crespo. Guión: Mario Crespo y Maria Santucho. Producción general: Olga María Fernandez Dirección de fotografía: Livio Delgado. Edición: Edelmira Lores. Música original: Carlos Varela. Sonido: Javier Figueroa y Carlos Fernández.