lunes, 13 de mayo de 2013

INSIDE DOWNTOWN.




El país natural, risueño de Maisí a Baracoa, se me volvió equidistante.”
Jose Kozer.

Como en una película de Stephen Daldry el agua comienza a subir en el interior de una casa, las camas flotan, alguien moribundo sonríe, la ciudad muda mientras un niño avanza con una caja de llaves sin saber a cuales cerraduras pertenece cada una ¿Qué puertas abrir? ¿Qué encontrar detrás de cada sitio? y sobretodo  ¿De donde somos? El agua otra vez por todas partes, como si nos fuera a tragar por completo, dicen que un día el mar se lo va a tragar todo o casi todo, Miami y la Habana serán los primeros en hundirse solo superados por algunas islas de la Polinesia. Otro ciclo se cierra, más cerca o lejos del lugar de donde provenimos. Ahora me detengo a mirar una pieza cinematográfica única, descarnadamente bella, tanto que duele, tan profundamente oscura que hace daño, tan necesaria que se agradece.

“Inside downtown” (2001) es el título del último documental que hiciera en vida el documentalista cubano Nicolás Guillen Landrian. Poeta, pintor y sobretodo cineasta, a mi criterio el más importante del cine cubano, lo que es igual al más olvidado, el más censurado, demasiado profeta por supuesto fuera de su propia tierra. Después de realizar una importante obra documental, emigra a los Estados Unidos, específicamente a Miami, donde se focaliza mayormente en la pintura. Así y después de muchos años, es que regresa a la carga fílmica con “Inside downtown” un documental que realiza junto a Jorge Egusquiza Zorrilla en el 2001.

Demasiado o demasiado poco se ha hablado sobre la obra fílmica de Nicolás Guillen y su biografía, un poco más o menos enriquecida con el paso de los años y el descubrimiento por una u otra persona de sus documentales o de los rostros imborrables de muchos de sus filmes: Ociel mirando a cámara justo antes de montarse en una barca para perderse en el caudaloso Toa,(Ociel del Toa, 1965) o aquella jovencita campesina que bailaba y bailaba sin quitar su penetrante mirada de la cámara durante una fiesta celebrando “el entierro de la ignorancia” por la nueva y naciente revolución(Reportaje, 1966) Los rostros de una isla y un tiempo que pertenecen a ese terreno desconocido para muchos de mi generación. Años atrás yo había trabajado en la producción de un documental sobre Nicolasito, posibilidad de encontrarme de cerca con su trabajo y con testigos de su vida, personajes que alguna vez quedaron dentro de sus encuadres, observadores no siempre amables de la obra y peripecias del que fuera maldito para muchos e inevitable genio para otros.

“Inside downtown” evoca el pesimismo de un realizador que asiente ante el mismo con su única arma, el cine ¿Qué hago aquí y cuál es mi destino? La nostalgia regresa con su triste dulzura. Nicolás entendió que morir pensando en la patria no era necesariamente morir, como si las costas de la Florida fueran el depositario de cosas que traen las olas y dejan golpeadas y olvidadas (machacadas) desde la isla. Un imborrable pensamiento de que todo va a regresar y nosotros regresaremos con ellas, como eventuales readymades que alguien lanzó a esta parte del mundo. El documental es una especie de exorcismo con lo que somos como nación, el ejercicio mental de volver, con la frente marchita o no, pero volver, más allá de este indescifrable pedazo de concreto y salitre que nos tocó para vivir. Nicolás, como nunca, se aproxima al final, a la muerte, entiende la muerte, y su poética mirada no deja de ser incisiva y directa, el puente levadizo que lleva al corazón de la ciudad se levanta, comienza el documental.

ESTE ES UN FILME DE FICCIÓN

Así arranca la película, cámara en mano casi en una actitud doméstica, una vuelta a los postulados de su primer maestro el documentalista danés Theodor Christensen, observacional, etnográfica,  la cámara de un diario personal y sincero.

Los protagonistas son homeless y artistas, seres abandonados a su suerte en medio de una escenografía de altos y fríos edificios, que recortan las banderas del estado de la Florida y de Los estados Unidos de América, en perfecta armonía con un son cubano muy bajo, casi imperceptible pero presente. Alguien explica las diferencias entre el N.E, N.W y North Miami. Otro menciona las ventajas de viajar en el Metro Rail y como algunos políticos de la ciudad votaron para que no se hiciera más largo el proyecto de este tren condenado a deambular como satélite por una ciudad que pretende ser: “-una aldea de concreto es peor que una aldea de palmas y guano-“ dice un pintor ya mayor que recibe a los documentalistas. Yo sin embargo no estoy de acuerdo: me gusta este lugar, es el único lugar real al que pertenezco, es el único sitio al que de verdad siento que he pertenecido, como un canto patriótico de reafirmación de que Miami es el paisaje y el clima que necesito, que es la patria que comparto con la noche y con mi madre, la trilogía perfecta de estos días.

Y aparece Esteban Luis Cárdenas, otro poeta confinado a este espacio de la ciudad leyendo uno de sus bellos y estrujados poemas con voz rasgada, sigue en off mientras asistimos al encuentro de su voz con las imágenes, solo la poesía personal salida del ansia del cineasta, posiblemente el documental más significativo realizado hasta la fecha sobre Miami “…el circulo K, un nuevo totem y distintas mujeres… sigue Cárdenas. Un escultor nos muestra su creación de bustos: Martí, el pintor Mijares y otros que conforman una rara acumulación de historia cubana hecha escultura, una mujer baila flamenco y habla francés pone a Edith Piaf mientras deambula entre lienzos abstractos, otra mujer define el concepto de “downtown” desde las líneas de un diccionario. Nicolás no se queda quieto, deambula y da indicaciones a la cámara, pregunta habla y prende un cigarro, sonríe con la seguridad de quién está bateando un hit.

ES EL FIN PERO NO ES EL FIN

Indica el final de muchos de sus documentales, su statement para decir que todo continua, que compartir es todo lo que necesitamos, ya sea un pedazo de tierra con palmas y llanuras hoy cubiertas de marabú, o esta nueva patria llamada downtown, la patria atardecida y angosta que nos ha dado abrigo, un poco y alguna vez casi homeless, posiblemente prostitutas y siempre artistas, no hay colinas sino construcciones desnudas que se tiran al cielo desafiándolo con su estructura calobar. Nicolás entendió que un día, que no fue el 20 de mayo, se fundó una nación, un pedazo de islote más allá del edén o más acá de los polos.

El puente vuelve a bajar, esta vez lo vemos detrás del cristal del auto salpicado por las primeras gotas de la lluvia que comienza. La cámara sigue moviéndose, nos sigue costando mucho conocernos, nos sigue costando mucho tolerarnos.

Magdiel Aspillaga. Miami. 

Aquí el documental completo:

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