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miércoles, 30 de noviembre de 2016

PIER PAOLO PASOLINI: Abro a la mañana de un blanco lunes...

Pajarracos y pajaritos. Dir PP Pasolini. 1966. 


Abro a la mañana de un blanco lunes
la ventana, y la calle indiferente
roba entre su luz y sus rumores
mi presencia infrecuente entre las hojas.
Este moverme... en días totalmente
fuera del tiempo que parecía consagrado
a mí, sin regresos ni paradas,
espacio lleno todo de mi estado,
casi prolongación de la existencia
mía, de mi calor, del cuerpo mío...
y se ha truncado... Estoy en otro tiempo,
un tiempo que dispone sus mañanas
en esta calle que yo miro, ignoto,
en esta gente fruto de otra historia

Versión de Delfina Muschietti

lunes, 13 de mayo de 2013

INSIDE DOWNTOWN.




El país natural, risueño de Maisí a Baracoa, se me volvió equidistante.”
Jose Kozer.

Como en una película de Stephen Daldry el agua comienza a subir en el interior de una casa, las camas flotan, alguien moribundo sonríe, la ciudad muda mientras un niño avanza con una caja de llaves sin saber a cuales cerraduras pertenece cada una ¿Qué puertas abrir? ¿Qué encontrar detrás de cada sitio? y sobretodo  ¿De donde somos? El agua otra vez por todas partes, como si nos fuera a tragar por completo, dicen que un día el mar se lo va a tragar todo o casi todo, Miami y la Habana serán los primeros en hundirse solo superados por algunas islas de la Polinesia. Otro ciclo se cierra, más cerca o lejos del lugar de donde provenimos. Ahora me detengo a mirar una pieza cinematográfica única, descarnadamente bella, tanto que duele, tan profundamente oscura que hace daño, tan necesaria que se agradece.

“Inside downtown” (2001) es el título del último documental que hiciera en vida el documentalista cubano Nicolás Guillen Landrian. Poeta, pintor y sobretodo cineasta, a mi criterio el más importante del cine cubano, lo que es igual al más olvidado, el más censurado, demasiado profeta por supuesto fuera de su propia tierra. Después de realizar una importante obra documental, emigra a los Estados Unidos, específicamente a Miami, donde se focaliza mayormente en la pintura. Así y después de muchos años, es que regresa a la carga fílmica con “Inside downtown” un documental que realiza junto a Jorge Egusquiza Zorrilla en el 2001.

Demasiado o demasiado poco se ha hablado sobre la obra fílmica de Nicolás Guillen y su biografía, un poco más o menos enriquecida con el paso de los años y el descubrimiento por una u otra persona de sus documentales o de los rostros imborrables de muchos de sus filmes: Ociel mirando a cámara justo antes de montarse en una barca para perderse en el caudaloso Toa,(Ociel del Toa, 1965) o aquella jovencita campesina que bailaba y bailaba sin quitar su penetrante mirada de la cámara durante una fiesta celebrando “el entierro de la ignorancia” por la nueva y naciente revolución(Reportaje, 1966) Los rostros de una isla y un tiempo que pertenecen a ese terreno desconocido para muchos de mi generación. Años atrás yo había trabajado en la producción de un documental sobre Nicolasito, posibilidad de encontrarme de cerca con su trabajo y con testigos de su vida, personajes que alguna vez quedaron dentro de sus encuadres, observadores no siempre amables de la obra y peripecias del que fuera maldito para muchos e inevitable genio para otros.

“Inside downtown” evoca el pesimismo de un realizador que asiente ante el mismo con su única arma, el cine ¿Qué hago aquí y cuál es mi destino? La nostalgia regresa con su triste dulzura. Nicolás entendió que morir pensando en la patria no era necesariamente morir, como si las costas de la Florida fueran el depositario de cosas que traen las olas y dejan golpeadas y olvidadas (machacadas) desde la isla. Un imborrable pensamiento de que todo va a regresar y nosotros regresaremos con ellas, como eventuales readymades que alguien lanzó a esta parte del mundo. El documental es una especie de exorcismo con lo que somos como nación, el ejercicio mental de volver, con la frente marchita o no, pero volver, más allá de este indescifrable pedazo de concreto y salitre que nos tocó para vivir. Nicolás, como nunca, se aproxima al final, a la muerte, entiende la muerte, y su poética mirada no deja de ser incisiva y directa, el puente levadizo que lleva al corazón de la ciudad se levanta, comienza el documental.

ESTE ES UN FILME DE FICCIÓN

Así arranca la película, cámara en mano casi en una actitud doméstica, una vuelta a los postulados de su primer maestro el documentalista danés Theodor Christensen, observacional, etnográfica,  la cámara de un diario personal y sincero.

Los protagonistas son homeless y artistas, seres abandonados a su suerte en medio de una escenografía de altos y fríos edificios, que recortan las banderas del estado de la Florida y de Los estados Unidos de América, en perfecta armonía con un son cubano muy bajo, casi imperceptible pero presente. Alguien explica las diferencias entre el N.E, N.W y North Miami. Otro menciona las ventajas de viajar en el Metro Rail y como algunos políticos de la ciudad votaron para que no se hiciera más largo el proyecto de este tren condenado a deambular como satélite por una ciudad que pretende ser: “-una aldea de concreto es peor que una aldea de palmas y guano-“ dice un pintor ya mayor que recibe a los documentalistas. Yo sin embargo no estoy de acuerdo: me gusta este lugar, es el único lugar real al que pertenezco, es el único sitio al que de verdad siento que he pertenecido, como un canto patriótico de reafirmación de que Miami es el paisaje y el clima que necesito, que es la patria que comparto con la noche y con mi madre, la trilogía perfecta de estos días.

Y aparece Esteban Luis Cárdenas, otro poeta confinado a este espacio de la ciudad leyendo uno de sus bellos y estrujados poemas con voz rasgada, sigue en off mientras asistimos al encuentro de su voz con las imágenes, solo la poesía personal salida del ansia del cineasta, posiblemente el documental más significativo realizado hasta la fecha sobre Miami “…el circulo K, un nuevo totem y distintas mujeres… sigue Cárdenas. Un escultor nos muestra su creación de bustos: Martí, el pintor Mijares y otros que conforman una rara acumulación de historia cubana hecha escultura, una mujer baila flamenco y habla francés pone a Edith Piaf mientras deambula entre lienzos abstractos, otra mujer define el concepto de “downtown” desde las líneas de un diccionario. Nicolás no se queda quieto, deambula y da indicaciones a la cámara, pregunta habla y prende un cigarro, sonríe con la seguridad de quién está bateando un hit.

ES EL FIN PERO NO ES EL FIN

Indica el final de muchos de sus documentales, su statement para decir que todo continua, que compartir es todo lo que necesitamos, ya sea un pedazo de tierra con palmas y llanuras hoy cubiertas de marabú, o esta nueva patria llamada downtown, la patria atardecida y angosta que nos ha dado abrigo, un poco y alguna vez casi homeless, posiblemente prostitutas y siempre artistas, no hay colinas sino construcciones desnudas que se tiran al cielo desafiándolo con su estructura calobar. Nicolás entendió que un día, que no fue el 20 de mayo, se fundó una nación, un pedazo de islote más allá del edén o más acá de los polos.

El puente vuelve a bajar, esta vez lo vemos detrás del cristal del auto salpicado por las primeras gotas de la lluvia que comienza. La cámara sigue moviéndose, nos sigue costando mucho conocernos, nos sigue costando mucho tolerarnos.

Magdiel Aspillaga. Miami. 

Aquí el documental completo:

martes, 19 de junio de 2012

EL REMAKE, EL CARTEL Y UNA KATANA.


Magdiel Aspillaga

El cine del Japón de los sesenta mostraba la violencia enmarcada en una belleza visual que sería definitivamente su sello característico, el maestro Kurosawa ya había implantado la marca a nivel internacional con sus conocidos filmes pero otros colegas seguían la tradición en personales versiones,  absorbían los westerns de Houston y Ford con sus profundas panorámicas traduciéndolo a los objetivos emplazados en enormes llanuras movidas por el viento donde sucedían épicos duelos y donde el revólver era sustituido por el sable. El cine de “samurais” ,  el de horror  y otros filmes que miraban  los conflictos de la sociedad japonesa de ese momento comenzaron a poblar las marquesinas no solo de Asia sino también de occidente. Cineastas como Nagisa Oshima, Kaneto Shindo, Susumu Hani, Shohei Imamura o Hiroshi Teshigara empezaban a ser ampliamente conocidos en el mundo entero.
En el año 1962 el japonés  Masaki Kobayashi realiza "Hara-kiri" una brillante cinta sobre el conocido ritual de honor samurai. Sus descarnados personajes  se debaten entre conflictos morales y humanos sobre la condición de honor y sangre que los define. La cinta de Kobayashi resulta una de las  mas significativas de ese momento.
Pasarían muchos años hasta los noventa en que todo cambiaría, los rostros ajados de los samurais pertenecían ahora a los integrantes de una yakuza, las panorámicas rurales se transformaban en tranquilos planos sobre Tokyo y su hirviente hormigueo de personas y edificios, la sangre derramada con katanas y certeros golpes era la misma vertida en ríos de tortura, extorsión, asesinatos y disparos con armas tradicionales, típicas o semiautomáticas, los fantasmas del cine de horror antes inspirados en la mitología local regresaban como bestias terribles salidas de la tragedia urbana, de la vida cotidiana, del video juego o del manga. Japón era mostrado de la mano de Takeshi Kitano, Mamoru Oshii, Hideo Nakata y mi preferido, Takashi Miike nacido en 1960 y con 88 películas como director.


El cine de Miike es expresivo y violento, la violencia de Miike expresa ideas, las ideas de sus personajes desembocan en violencia, la violencia habita su obra en un camino que va de la sangre al silencio, de la tranquilidad a lo más perturbador. Sus Cintas “Ichi the killer” y “Audition” son mis preferidas, además de su cuento “The box” incluido en el largometraje de tres cuentos “Three extremes” acompañado del hongkonés Fruit Chang y el genio coreano Park Chan Wook. Con su filme “Izo” Miike empieza un camino de regreso al cine del samurai solitario que tanto apareció en la cinematografía de sus antecedentes. Su gángster urbano sigue su camino  nuevamente entre la belleza de la campiña japonesa, la sed de venganza y el honor. Sigue con su pieza “13 asesinos” un remake de la película “Jusan-nin no Shikoku” (1963) de Daisuke Tengan y en el 2011 vuelve con otro remake esta vez  el  “Hara-kiri: Death of a samurai”,  sobre el de Kobayashi.
En los años sesenta por esas cosas de la vida y de la historia, llega a Cuba la primera “Hara-kiri” la cual se exhibió en los cines locales. En el año 64 el diseñador  Antonio Fernández Reboiro realiza el excelente cártel de la cinta de Kobayashi.  Fernandez Reboiro se incluye dentro de la escuela del cartel cubano de los 60 y 70 significativos por su originalidad, desenfado y talento.  En la actualidad The Criterion collection tomó el cartel de  Reboiro para el lanzamiento de la versión “Criterion” de la película, este cartel es uno de los más mencionados cuando se habla del diseño y el cartel cubano. Fue premiado y reconocido internacionalmente. Inspirado en la  bandera japonesa del sol rojo sobre el fondo blanco, el cartel muestra gruesos trazos rojos que surcan el  blanco y solo la palabra suicida, el intento de salvar el honor quizás ya perdido se deja ver acusador e hiriente sobre el título. “Hara-kiri”,  además de una película representa el estado de animo de un momento, y quizás de tres momentos diferentes: el Japón de los sesenta, el de los noventa y la Cuba del 64 sin sables, historia medieval ni valerosos duelos.











SECUENCIA DE HARA-KIRI (1962)



TRAILER DE HARA-KIRI: DEATH OF SAMURAI (2011)





miércoles, 7 de diciembre de 2011

GENIALIDAD: OROZA'S PERFORMANCE.

HERE: Performance Beyond Miami's Parties by Paul David Young in "ART IN AMÉRICA".









"Oroza considered this "architecture of necessity" to be an instance of the total Cuban social adaptation to the island's economic isolation, the most famous example of which is the country's bizarrely well-preserved fleet of 1950s cars. For Oroza, this Cuban resourcefulness engenders a "pre-cultural sense of eating and sleeping," a state that seemed momentarily desirable."
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