lunes, 16 de marzo de 2015

REFLEJO DE MUJER CON VESTIDO.



Magdiel Aspillaga.

Estaba entre escribirte o ver una película, entre manejar por esta ciudad a la que cada día encuentro más desconocida o volverme sal por mirar sobre mi hombro y en contra de todo mandamiento a tu silueta, caer en la tentación nos hace humanos. Tu primera imagen fue cerrarte el vestido con cierto recato, caminar en cámara lenta allí precisamente cuando se inventó la cámara lenta. Yo estaba como dice una amiga algo colocado y no me importó mucho mirarte fijamente y varias veces.
Te descifré de los tacones  a la última raíz de tu pelo, delineando cada una de tus caderas y me hice debajo y encima y a los lados de boca y polvo de tierra y traspié sobre cada una e imaginando un poco más allá lo que existe en algún punto imaginado entre tus piernas.

 Cuando yo era adolescente no te conocía, solo miraba el caldero hirviente de la fragua de mi padre, donde soñaba con meter mis manos y meterme yo, bañarme en el universo líquido de metal derretido, allí donde comenzaba el mundo, no te había visto todavía, no estabas, era solo el principio de todo. Pero había calor como el de esa noche, era negro tu vestido y negra mi camisa como algún cantante dijo alguna vez, calor, líquidos, yo ligeramente colocado, tu sensualmente coronada, entramos a un sitio de personas desnudas y tu perfecta, te hiciste fotos y conversaste conmigo de cosas que honestamente no presté atención, tu vestido se seguía abriendo. Por eso cuando te tuve cerca y te agarraste el pecho cerrándote el vestido estuve seguro que ya no era el mismo, que todo había cambiado definitivamente y para siempre, imaginarte en la nieve como un video clip de Luis Miguel, sentir que la sal ya no salía de sangre ni de costado de mi lado, caminar por todas las líneas que me pertenecían con mi miembro de la mano y sacando a patadas tu imagen de mi cabeza. Tus senos breves, y toda la maldad de tus ojos, tu nariz que crece y crece y tanto de lujuria entre un país y más allá del otro continente, listo para lo que viniera, morir en ti sería vivir eternamente en el país agradecido del placer, de líquidos y fraguas, de la perfecta conversión del metal sólido a líquido, del hierro en oro, de leche en miel.

Te lo dije, lo recuerdas, solo escribo de las cosas que son y fueron imposibles, como cuando con sed se te tuerce el agua entre los dedos y entiendes es el tiempo, fugaz, de paso ambivalente y siniestro por este momento llamado vida, nosotros ya no somos los mismos lo sabemos. Igual se trataba de ti y de mi, de cómo disfrazarte de otra cosa y como me disfrazo cada día de algo que no soy. Tu con el tiempo te seguirás poniendo narizona, los cabellos más enrevesados y el cuerpo a la par de los climas como el clima no importa las veces que te evoque en mis orgasmos.

Ahora camino y el aire levanta la hierba como en el set de una película soviética, el sol me sigue molestando, me tapo la cara, miro por la ventana pero la sombra y tu no existen, solo películas, guiones inconclusos, inconclusos proyectos que solo viven en mi mente, tu vives en mi mente mientras nos besamos en cada una de las escenas repetidas, tu desde un tren con mantilla, aire sobre tu pelo, boca con polvo, despidiéndote con la inevitable y única razón de que en toda buena película hay una despedida. Tu cuerpo se delínea bajo el mismo vestido negro, tus pechos se entrelazan, mi mano penetra la línea fronteriza de ese hueso que divide tus dos senos.

La noche que te conocí llevaba una pequeña ave entre la palma de mi mano. Me levanté, seguí camino por la ciudad tratando de no quedarme solo, irme de fiesta, hacer chistes, hablar de algunas cosas frívolas y volver a pensarte una y otra vez, entendiendo que tu ausencia es más seria de lo que había constatado.
Después…… marqué con tiza y orine todo lo que me pertenecía y de lo que me ya hacia tiempo me había apropiado por la fuerza, de donde soy hace tiempo lo olvidé.

Imagina un tótem enorme, una pieza perfecta de aluminio, impoluto  e inerte ante el mundo, mi miembro erguido en sinfonía por ti y en reclamo de tu presencia, machistamente repetido entre campos de caña que fornican al aire, yo niño corriendo, cierro los ojos y como en un mal relato ya tu no estás, solo es cuestión de dar la espalda, contar hasta el número 45, creerme Mickey Rourke y estar claro que nunca me dijiste tu nombre y que esperarte no es la mejor de las opciones, como tu Kim Basinger llorosa sexy y recatada, escondida en ese disfraz de risas y desvelos, tu voz me seguía sonando algo rasgada, bajo otras circunstancias pensaría eras un hombre – es el tequila la noche, la noche la patria y tu, imaginarte sin vestido fue a lo que me estuve dedicando todo el tiempo.

Me recuesto, aún tengo el pequeño pajarillo entre mi mano, me tiro cansado, dejo mi pesado cuerpo sobre el asiento y abro mi mano, ya ves ahora regresa la cámara lenta aquella que un día y para beneficio del cine tu creaste.
El ave vuela libre, y con el todas las cosas que eras tu, tus manos cerrando el vestido con profana belleza, tu nariz y tu sombra que en la noche marcaba, ya no hay secuencia, no hay banda,  solo mi palma abierta sintiendo el último cosquilleo del aletear de tu encierro entre mi piel, me rozas con tu trasero que es lo mas bello del planeta y la pequeña ave se eleva, se disipa como un blanco humo, es el mismo humo de la fragua de mi padre, del fenecer en el principio y el fin cuando se alcanza un orgasmo. Comienzo a sentirme un héroe que cae convertido en busto y frente al sol (ya no en lo oscuro) por la patria.

Del cielo y de mi mano aún sigue dependiendo mi propia suerte. De ti y de tu imagen, está el vuelo en distancia que te hace libre. Cuando te vuelva a ver te daré un beso en la mejilla y señalaré traicionándote que eres tú la culpable de todo, te negaré varias veces y seguiré imaginando el color de tu sexo sin vestido. Lo demás será cuestión de presentarnos y no atentar el uno contra la integridad del otro, de dejar las cosas como estaban en lo que afuera hay personas que hacen el amor justo antes de dormirse.

Miami, casi 17 de marzo 2015. 


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