Magdiel Aspillaga.
El domingo pasado fui a ver el “Dark Knight rises”
de Christopher Nolan, me senté en
el centro de la sala con el temor normal de que pudiera repetirse algo parecido
a la tragedia de hace unos días en Aurora, eso sumado a una pareja que se sentó
delante con un niño de brazos llorando era suficiente para estar seguro que no regresaría
a ver cine en sala nunca más…
pero todo cambio cuando comenzó la película.
Este es el final de Batman por lo menos esa ha sido
la estrategia de mercado alrededor de la película. Sus actuaciones son únicas y todos brillan en las mejores
interpretaciones de sus carreras desde Michael Cane, Anne Hathaway, Gary
Oldman, Joseph Gordon-Levitt, Morgan Freeman, Marion
Cotillard, Mathew Modine (sacado del baúl de los recuerdos) y por supuesto
Christian Bale que siempre está perfecto en sus papeles. Para mí el mejor Tom
Hardy, a mi criterio lo deberían
nominar a un Oscar por Bane, el nuevo enemigo de Batman, este forzudo personaje
de acento británico cuyo rostro se oculta casi por completo detrás de una máscara
que desdibuja aún más su acento y sus maneras. Ya Tom Hardy había traído un
personaje que mucho me recuerda a Bane y sobre el que sin duda volvió, el “Bronson”
de la cinta de igual título de Nicolas Winding Refn (el realizador de “Drive”) donde
interpretaba a un personaje real de la Inglaterra profunda, un presidiario que
se opone a todo en un statement anarquista donde la fuerza y la profundidad de
su agresividad sin justificación y a la vez con todas intentaba mover el
estatismo de un mundo irracional indescifrable para el. Por algún lado yace también
la ira inglesa de “La naranja mecánica” traída de la mano del neoyorkino Kubrick.
Stanley Kubrick en el rodaje de "La naranja mecánica".
Al final el cine de
Nolan, Refn o Kubrick coinciden en una demostración de la demencia visual,
teatral, escenificada, montada en un show preparado donde todo lo ficticio
es posible en una realidad creada para ser vista. El espectáculo visual como
recreación de la propia realidad. En “Bronson” el protagonista narra su
historia ante al auditorio de un teatro impersonal y deshumanizado que ríe o
llora con su historia, en “La naranja mecánica” sucede algo parecido mientras
asistimos a la narración en primera persona de su personaje el cual trata de
entender inocentemente el mundo en el que vive y sobre el cual se comporta de
la manera para el más coherente. La violencia es la coherencia de estos
universos, algo no alejado de este último Batman. Sobre Bane vive la leyenda de
su origen y de quién se trata realmente. Bane es la reencarnación del Joker de
Heath Ledger de quien tampoco conocemos sus antecedentes solo variadas
versiones de su sonrisa labrada a navaja. Bane sobresale del mundo real para poblar el comic porque ya el cine no
parte de un comic el cine parte de la realidad y se presenta como un comic, la
cinta no es fiel al mundo del comic solo trata de pararse como una mueca falsa
sobre lo que el comic significa tanto de leyenda y mito sobre los personajes, ya
sean Batman el Joker o Bane. No
hay fronteras entre la ficción y la realidad, el también inglés Nolan es
consecuente como artista con este concepto, no
somos realidad, somos un espectáculo primero expuesto, filmado, televisado y
después solo después algo humano.
Tom Hardy en "Bronson" (arriba) y "Bane" en "Dark knight rises".
Christopher Nolan plantea una película anarquista, una película que afecta, y que se cumple
ese ejemplo de que el cine puede golpear y que el “poder” puede tener razón
cuando limita la edad de los espectadores, sentí que yo no estaba preparado para esa película “Dark night
rises” muestra la violencia como nunca antes la había visto en cine, es la
violencia del cine, es como el cine muestra la violencia, "esta es la verdadera
violencia del cine", como otro filme que también
la explora a través de la aparente pasividad terrible del tiempo, el “Elephant “
de Gus Van Sant (Colorado como escenario de dos dementes tragedias Columbine y
Aurora).
Al terminar la función, salí caminado entre los
desiertos pasillos del mall aún húmedo por la fuerte lluvia que había caído
horas atrás. No sabía que hacer desconcertado pensé en el talento que me falta
y que le faltaba a medio mundo, un
cineasta me dijo un día que los Batman de Nolan eran películas de juguete y recordé
que las experiencias más sublimes de mi vida era cuando jugaba y fabulaba de niño,
las experiencias donde no existía diferencia entre pantalla y realidad. Y
aunque el guión de este Batman no parezca perfecto, las claves sueltas o
aparentemente sueltas que tiene caben dentro de un suceso cultural que a la vez
es social, antropomórfico y vivo, demasiado profundo o agresivamente sonoro en británico.