lunes, 15 de marzo de 2010

FUE UNA GRAN FIESTA.


Por Sergio Giral. A partir de un relato de Fernando Villaverde

Para escribir sobre “Fue una gran fiesta”, primero hay que escribir sobre sus autores, Miñuca y Fernando Villaverde, dos seres existenciales en medio de una revolución socialista. En el año 62, a mi regreso a Cuba de los Estados Unidos, fui a residir a Villa Miseria, una casona del Vedado donde el Instituto de Cine Cubano alojaba a cineastas sin hogar. Allí los conocí, ellos eran unos de los habitantes de la casona y logramos una buena amistad tanto humana como profesional . Eran momentos de romanticismo idealista y potente juventud. Al poco tiempo el matrimonio comprendió que el régimen nunca aceptaría su visión cinematográfica del momento. El Parque (1963), una mirada escéptica al Parque Central de la Habana; el corto dramático Elena (1964), que formaría parte de la triología “Un poco más de azul” y finalmente el largometraje, El Mar (1965), con guión y actuación estelar de la propia Miñuca. Ninguna de estas obras se exhibieron, fueron censuradas y condenadas al olvido.
En 1965, Miñuca y Fernando decidieron partir rumbo a Europa en un barco de carga, acompañados por su pequeño bebé, Viridiana. París los acogió en su trasnochada bohemia y más tarde el New York de los hippies, donde los dos artistas, ahora con otra hija, Paloma, continuaron su labor creativa, más allá de los rigores del exilio.
Durante su vida en New York nació “Fue una gran fiesta”, un homenaje existencial al erotismo y el amor desesperado.. ..“la reconstrution à faute d’ autre chose”, como dice la heroína de “Hiroshima Mom Amour”; la foto fija en el lugar de la imagen en movimiento, la palabra escrita en lugar de la dicha, el dibujo en lugar de la banda sonora. Así fue como nació, día a día, la historia de dos personajes perdidos y encontrados en una ciudad estratosférica, que permitía el acceso al libre albedrío y al desenfado imaginativo. “Yo compré rollos de fotografía….Tú, ocho kilos de spaghetti, pan mantequilla, vino y café”, cuenta la historia de los amantes sostenidos por el encuentro de una mirada en un momento intemporal. Amor, placer, angustia de la creación artística, banalidad femenina, celos, venganza y muerte son los ingredientes que hacen de esta fotopelícula una obra singular.
A través del lente de los Villaverdes se puede mirar impúdicamente sus cuerpos desnudos, entrelazados en una batalla sensual, sin la posibilidad de atrevernos a entrar. Es como si la escencia narrativa del libro estuviera proyectada en la gran pantalla y sus auténticos protagonistas se movieran fuera de ella misma, dándole una patada a la nostalgia. De hecho hay una entidad que casi nunca y en estos casos anda suelta del cine y la literatura, que es el exilio. En la escena final, el fotomatón no es solo un último acto de incomprensión y soledad, es la necesidad del artista de desnudarse y gritar en público: no tenemos motivos para animarnos y ser optimistas.

“Fue una gran fiesta” le echa mano a lo que tiene: la pluma, el lente, el pincel, a uno mismo, con la inconformidad de ser una foto recortada en la memoria. Miñuca y Fernando no pertenecen al tiempo histórico cronológico, porque con su obra han ingresado en la dimensión del mito.

Después de varios años viviendo en Miami, Miñuca y Fernando Villaverde residen hoy día en Barcelona, España y su libro fotopelícula "Fue una gran fiesta", New York 1969, se puede adquirir en Amazon.com.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Villa Miseria surge en la memoria porque todas casas sucesivas, aquí o allá, la conjuran e invocan. Cómo se perpetuó ese local a lo largo de los años, alojando a tantos merecida o inmerecidamente, es un misterio del socialismo cubano y sus sucesivas y corrosivas etapas. Ignoro si subsiste aún. Pero esta gran fiesta, tan neoyorquina, tiene por ubicación una villa y miseria semejantes. La definición de fotopelícula me parece acertada, porque a todas luces es el cine trunco de Fernando y Miñuca, transformado en un libro impreso que proyecta claustrofobia, asfixia y una puerta suicida pero liberadora.

Anónimo dijo...

Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de duplicar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario....Gracias a la alcancia del artesano, un buen texto es siempre un buen pretexto para perder el tiempo. Gran Blog!!!!!

Anónimo dijo...

Buen texto de Giral, un saludo y gracias.

Anónimo dijo...

Fui a la entrevista a Sergio por Aspillaga y despues vine aqui, excelente reseña, gracias por esto.

Lina

Soledad Cruz dijo...
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