domingo, 11 de abril de 2010

BOCETO DEL SOL SOBRE MI CARA.



En un invierno crudísimo, a finales de los años 70 me encontraba en Nueva York colaborando en una olvidada Biblioteca privada que se encontraba en un sucio callejón entre la octava y la 42. Un día el bibliotecario dueño del lugar un viejo judío de apellido Rudenlnstein, con el que había intercambiado unas pocas palabras, me llevó a su desordenada oficina y ante sorpresa mía me enseñó lo que sería el manuscrito de un diario escrito en húngaro por Nietzsche, con acotaciones en un extraño idioma pariente del griego antiguo. El misterioso diario había caido en manos de aquel bibliotecario producto de una venta mayoritaria de libros viejos que habían hecho los parientes de una anciana suiza que acababa de fallecer, y que estaban repartiendose como buitres todas las pertenencias de la fallecida.
El diario mostraba contradictorios planteamientos con respecto a su propio pensamiento del filósofo suizo. Se trataba de una continuación más radical de “Humano demasiado humano”. Yo, fanática de Nietzsche como siempre he sido no cabía en mi de la excitación.
Cada día el viejo librero me permitía pasar varias horas hojeando y entendiendo con no poco trabajo aquel manuscrito revelador de uno de los genios filosóficos más importantes de la historia moderna. Estaba ante un acontecimiento único, y ser testigo de esto me llenaba de alegría.
Comencé algunos trabajos con artistas del happening y el performance, y eso, sumado a otras complicaciones fueron espaciando mis días laborales en la biblioteca.
Había dejado de asistir por más de una semana, cuando regresé la biblioteca estaba cerrada cosa un tanto rara, entonces me enteré por una verdulera vecina que el señor Rudenlnstein había sido detenido por la policía, por falsificación de libros y manuscritos supuestamente originales, vendidos por precios muy caros a coleccionistas en el mismo New York.
Una mezcla de sorpresa y tristeza se apoderaron de mí. Comprendí que aquel diario manuscrito era totalmente falso y toda la excitación y expectación creada con las lecturas habían sido por gusto .
Ese día regresé a mi piso decepcionada, casi no jugueteaba con mi gato Almanza. Sin apetito miraba los remolcadores jugando como niños en el petróleo del Hudson, pero una paz interna de apoderaba de mí a medida que iba recordando las alegres horas interminables hasta la madrugada frente a las páginas del maravilloso manuscrito de Friederich Nietzsche el grande, el bellísimamente loco, filólogo wagneriano. Pensé en el señor Rudenlnstein y sentí pena, de seguro estaba siendo sometido a fuertes interrogatorios, durmiendo en una celda fría, con su sensibilidad estaba segura no iba a soportar la prisión, un tipo que falsifica a Nietzsche no solo en su letra, sino en los vericuetos de su pensamiento era imposible que sobreviviera al encierro.
Mucho tiempo he estado pensando sobre la fascinación de la literatura testimonial, la ficticia o simplemente como algunos pueden llamar también, la falsificación literaria. En el mundo del arte la falsificación literaria es algo común, creando fascinación en ávidos lectores que se sumergen en los mundos creados por el falsificador, dejando llevar su mente más allá de lo real, verosímil o no.
En la actualidad los canales de información se mueven a una velocidad tremenda. Los escándalos de falsificaciones literarias y periodísticas han sido muchos. Uno de los más conocidos es el del periodista Stephen Glass quien con solo 25 años era editor asociado de la prestigiosa revista norteamericana The New Republic. Su fama iba en aumento debido a sus fascinantes artículos cargados de exclusivas historias. La mayoría de estos artículos eran falsos relatos creadas por su imaginación. El 10 de mayo de 1998 fue descubierto y despedido trás su artículo Hack heaven. En el mismo Glass narraba como un un haker adolescente penetraba el sistema operativo de una compañía llamada Jukt Micronics, poniéndola en jake y demostrando su vulneabilidad. Este texto sembró dudas en otros periodistas que comenzaron una investigación de los hechos descubriendo que todo era una falsa de Glass.
Los casos sobre falsas autobiografías van en aumento, sobretodo por lo rentable que se pueden convertir. Por ejemplo esta el caso de la falsa autobiografía de Howard Hughes que fue vendida por Clifford Irving a la editorial McGraw Hill Book por 765, 000 dolares. Al descubrirse su falsa fue condenado a prisión durante 17 años. En 1984 Konrad Kujau presentó los diarios falsificados de Adolf Hitler, también descubiertos como falsos. El caso de Margaret Seltzer autora de su autobiografía sobre su niñez, marcada por su origen indio, sujeta al abandono, la violencia y las drogas. Resulta que Seltzer quien obtuvo varios beneficios económicos con su libro, creció en un barrio acomodado de L.A y no tiene ninguna sangre India. Otro caso que aún hoy se sigue discutiendo es el supuesto diario de Jack el Destripador. Según este la identidad del conocido asesino caía en James Maybrick un comerciante de algodón. El descubrimiento se hizo en al año 1992, y expertos de Scotland yard comenzaron una científica investigación que ponía en duda evidente la verosimilitud de tal diario. En 1995 el descubridor del diario Michael Barret admitió que el y su esposa habían falsificado el mismo.
Hay otras falsificaciones de las que particularmente me declaro fanática. Una muy inquietante es la de el Necromicón, o Libro de los nombres muertos, invención del escritor norteamericano H.P. Lovecraft, quien menciona esta obra por primera vez en 1922 atribuyendola a Abdul Al- Hazred, “El ciego”, autor persa de hacia el 700. Otra falsificación es la de Rose Sélavy, un doble femenino o alter ego creado por marcel Duchamp. Sélavy es la creadora de diferentes juegos de letras que aparecen a partir de 1921 en algunas revistas. Este doble femenino plantea una prolongación importante del pensamiento duchampniano.
En una ocasión me encontré en un bar de L.A, a un muchachito andrógeno, rodeado de celebridades. Era la figura de moda de aquel lugar. Se trataba de J T Leroy, colaborador de Gus Van Sant, exitoso escritor. Rodeado de una ola de enigma sobre su pasado. Aquel día algo me fascinó de aquel muchacho. No se podía definir si era hombre o mujer, pelo rubio, gafas de sol, sombrero negro calado.
J T Leroy, enfermo de SIDA, exjunkie, con una niñez marcada por el abuso, la prostitución y la heroína, temas que aparecen en sus novelas autobiográficas, “Sarah”, “El corazón es mentiroso” (llevada al cine por Asia Argento) y “Harold’s End”. Sus libros han sido traducidos a 20 idiomas. En la época en que coincidimos el era una especie de figura mitológica en esta ciudad. Aquella noche la fiesta se excedió y creo haber intercambiado algunas palabras con la-el excéntrico escritor.
Leí “Sarah” y particularmente me parecía un buen material literario, quizás un tanto sobredimensionado. Siempre la mezcla entre infancia traumática, SIDA, prostitución, sexo, con toques de realismo sucio, son una fórmula perfecta para triunfar en el mundo literario. Sumado a esto el hecho que se trataba de un testimonio real de la propia vida de Leroy.
Cual no fue mi sorpresa al enterarme por la prensa del escándalo de JT Leroy, toda la supuesta infancia y lo que se contaba en sus escritos era totalmente falso. JT Leroy era un personaje creado por el matrimonio de Geoffrey Knoop y Laura Albert, y la persona que interpretaba en público a JT era Savannah Knoop, hermanastra de Geoffrey. Esto fue llevado ante los tribunales, convirtiendose en comidilla de la prensa sensacionalista y despuntando como uno de los últimos sucesos sobre las falsas autobiografías. Muchas han sido las denuncias y no sin razón contra el caso Leroy, la manipulación y engaño con personas que pensaban se trataba de un joven enfermo.
Todo esto me hace recordar al señor Rudenlnstein, nunca más supe de él, ni cual fue su paradero. Más allá de la eticidad o no de su comportamiento me hizo pasar unas horas maravillosas frente al dulce engaño de aquellos manuscritos.
En el presente la base de un buen periodismo esta en la verdad de lo que planteas, en medio de tanta información que no siempre es buena y no siempre informa. Aún me son inexplicables los momentos de fascinación que como yo delante del manuscrito pasaron los lectores ante Glass, Leroy o el resto de los que he mencionado. La fabulación e imaginación pueden viajar por raros caminos que estoy seguro no siempre están plagados de buenas intenciones, mucho más cuando con ello se pretende manipular o usar en función personal la inocencia ajena.
Salgo a la calle, Los Angeles vive un calor inusual, el sol está radiante, siento el resplandor sobre mi cara y es real, lo constato.

Adelina Massoli. Rodeo Drive. 16 de mayo del 2008

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