miércoles, 7 de abril de 2010

SERGIO GIRAL. DE VIVOS Y FANTASMAS. CAPITULO III


FRAGMENTOS DE LA NOVELA "VILLA MISERIA" DE SERGIO GIRAL.


Molinaro, que ocupaba la habitación contigua a la de Pepe A., era un hombre alto y enjuto, de aspecto meridional y maneras sobrias. Hablaba con tino y cuando sonreía, dejaba ver una hilera de dientes perfectos manchados de nicotina. Sus gustos delicados provenían de su estancia en París. Saumon sauté, Canard a l’orange, Lapin a la provençal , ostras de Normandía, queso Roquefort, varias copas de Cabernet Sauvignon y crêpes avec sucre et beurre conformaban sus preferencias culinarias. Y estimaba, como Francoise Truffaut, que ”el gusto es cuestión de miles de disgustos”.
Los Molinaros fueron dueños de tierras en una provincia septentrional de La Isla y pudieron complacer al hijo único en su afición al cine, enviándolo a estudiar al selecto plantel universitario de La Sorbonne. Molinaro estudiaba dirección de cine cuando supo del triunfo del Nuevo Orden en La Isla. Abandonó la Universidad, regresó sin terminar su carrera y se lanzó al tsunami de la Revolución.
Las tierras de los Molinaros fueron intervenidas por el gobierno. Poco tiempo después los padres abandonaron La Isla. A pesar de haber perdido los privilegios de su clase nunca se le escuchó criticar el sistema. Aceptaba callado, como algo inevitable, los desastres del proceso que se nos venía encima.
A Molinaro se le consideraba un intelectual liberal, lo cual le permitía abstenerse de integrar las instituciones políticas, obligatorias para toda la población, ya fuera el Partido Comunista, la Milicias Nacionales, las Tropas Territoriales, la Juventud Comunista, los Comités de Defensa de la Revolución o cualquier otra organización político-militar que al régimen se le ocurriera.
No tomaba armas en defensa de la nación ni desfilaba en demostraciones de apoyo al caudillo ni se defenestraba envuelto en bandera roja. Por eso, Molinaro acabó ganándose la desconfianza de la dirigencia, ya que su única prueba de fidelidad al sistema consistía en haber cambiado su piso en La Place de la Concorde por un angosto cuarto en Villa Miseria. Para entonces, Molinaro había realizado tres documentales de arte y escribía un libro de poemas dedicados a su amante, Hermes.
Encontré a Hermes por primera vez en los pasillos de la Villa. Tendría veinte años o quizás menos. A los actores, por la fuerza del drama, les madura el rostro a una edad temprana. En sus labios jugueteaba una sonrisa ingenua. Los ojos verdes y profundos clamaban a gritos por un futuro lleno de glorias. El pelo largo y dorado caía sobre la nuca y le daba un semblante clásico y a la vez vulgar. Ya era un hombre, pero conservaba la gracia de los niños. Al verlo comprendí los arrebatos de Adriano por Antinoo y las tantas estatuas que ordenó levantar en memoria del amante suicida.
Otro de los huéspedes era MOG, hijo de comerciantes españoles emigrados durante la guerra civil. MOG había gozado de las virtudes de una buena educación y se había hecho un hombre culto y elegante. Su pasión por el cine no era menor que su antagonismo con el sistema. Era fácil verlo colérico por cada nuevo gesto de extremismo del gobierno, por cada nueva ley u ordenanza, ya le perjudicara o le fuera ajena. Su rostro, de puro rasgos ibéricos, enrojecía hasta el peligro de sangrar. Y creo que también lloraba en silencio por las noches en su habitación.
MOG soñaba en secreto con huir de La Isla, pero su pasión por el cine lo anclaba. Y como a todos nosotros, esa pasión nos envenenaba la inteligencia y nos cegaba con la luz deslumbrante de la pantalla. La posibilidad de hacer cine nos amansaba y doblegaba hasta la sumisión. Transportar a la pantalla gigante de un cinematógrafo las ideas que danzan en la cabeza, crear un universo a nuestra imagen y semejanza, es ser Dios.
Otra razón que mantenía a MOG secuestrado en La Isla era su mujer Ailadi, la diva protagonista de sus películas. Aidali era una actriz que había alcanzado éxitos interpretando en escena personajes trágicos de Federico García Lorca. Su Yerma conmovía y enardecía al público con su grito infanticida. Su Bernarda Alba remedaba al déspota dictador. La admiración de MOG por la actriz lo llevó a casarse con ella y aspirar a una vida matrimonial de fama y bienestar. La realidad dispuso lo contrario. Si bien es cierto que MOG llevó a Ailadi al estrellato fílmico, también es cierto que nunca pudieron vivir bajo el mismo techo. O más bien, finalmente lo lograron pero para desgracia de ambos.
MOG pudo haber sido un hombre completamente feliz, a no ser por el sistema que lo agobiaba y el tormento de un padecimiento crónico que sufría. Los dos se unían para arrancarle cualquier posibilidad de respiro. La muerte rondaba a MOG con impaciencia. La muerte era cómplice del Máximo Líder y a cada tijeretazo a la libertad, ganaba espacio en los débiles pulmones de MOG. Su rostro sanguíneo se tornaba azul y desesperado echaba mano al inhalador de salbutamol que guardaba en un bolsillo. Un disparo del medicamento le salvaba la vida.
Ailadi vivía en un sótano húmedo donde siempre era de noche. Ningún esfuerzo de la actriz lograba iluminar aquel foso mohoso. Ni los dibujos de Portocarrero, con tanto cuidado dispuestos en las paredes ni la araña de luces versallesca que colgaba del techo ni, mucho menos, su lecho de raso perfumado y almohadones bordados. La humedad lo consumía todo y hacía de aquel sótano una fosa abierta que esperaba por MOG. Sin posibilidad de cambio, razones sobraban para que el cineasta y su diva no compartieran la misma morada. Desconsolado, MOG encontró refugio en la última habitación de la Villa.
MOG y Pepe A. eran grandes amigos. Su amistad provenía de los años de lucha contra Batista y sé había solidificado en la convivencia. Al menos, así los conocí a mi llegada a Villa Miseria. Juntos entraban y salían, juntos se les veía en restaurantes y cafés, juntos asistían a las reuniones de los Estudios. Y aunque ambos amigos profesaban los ritos de Ganimedes, su relación estaba exenta de intereses carnales.
En la pequeña habitación junto a la cocina vivía un joven escritor y guionista, Machito Gómez y su amante, Kary la Sola. Para ahorrarme descripciones diré que Machito era la viva estampa de Jean-Louis Trintignant, como se le ve en el filme Y Dios Creó a la Mujer, con la sola diferencia que, a pesar de los ojos azules, tenía tres capas de melanina sobre la piel. Machito era rápido en la polémica ideológica e hipercrítico del sistema. Inteligente, alucinado y dipsómano. Provenía de una familia acomodada y había participado, al igual que Pepe A., en la clandestinidad para derrocar al dictador anterior.
Por el contrario, Kary la Sola provenía de una familia obrera de filiación comunista en tiempos de la República, cuyos miembros en muchas ocasiones fueron perseguidos y se vieron forzados a esconderse o abandonar La Isla. Kary conocía la pobreza del proletariado. Había vivido en un solar de El Fanguito, compartiendo una mísera habitación su madre y dos hermanos, hasta el día que Machito la llevó a la Villa. Ahora recibía con beneplácito un sistema que le prometía la unión obrero-campesina y la igualdad de derechos a la población, sin sospechar que muy pronto esa promesa se diluiría en una inclemente persecución a los propios seguidores del Kremlin.
Varios documentales se realizaron con guiones de Machito. Estos tenían gran influencia de la literatura francesa del momento, Marguerite Duras y Robbe-Grillet, con un aliento poético y existencialista decadente. Era una época en que se leía a Frantz Fanon, Eduardo Galeano y Carlos Marighella, entre otros intelectuales de izquierda que proclamaban la liberación del Tercer Mundo.
Frecuentemente Machito recibía la visita de varios amigos, antiguos compañeros de estudio y también miembros de la clandestinidad. Se reunían en la pequeña habitación y bajaban botellas de ron. Cuando el alcohol hacía su efecto, se les oía discutir la situación del país y su inevitable descalabro.
En ocasiones las voces se alteraban y se mencionaba al Máximo Líder entre improperios e insultos. Resentidos y decepcionados, mascullaban el desprecio que les producía verse traicionados por lo que arriesgaron la vida. Se retiraban al atardecer, tambaleantes y satisfechos de haber desembuchado su decepción. Machito quedaba en su habitación y en medio de la noche se escuchaba el teclear incesante de su máquina de escribir. Escribía un libro del que nunca comentaba. Sólo varios años después, cuando los agentes de la Seguridad del Estado irrumpieron en su habitación y lo se llevaron arrestado, supe de que se trataba.
Machito sufría y su dolencia lo llevaba a incrementar su alcoholismo. Llegamos a beber juntos y conversar sobre la situación del país. Machito proclamaba que nunca abandonaría La Isla, inclusive bajo la peor de las situaciones. Quería ser testigo del final del régimen, fantaseaba sobre la caída del Máximo Líder y la comparaba a los últimos días de Benito Mussollini, arrastrado por las calles de Roma y colgado de un farol de esquina
Me sorprendía la soltura con que Machito criticaba al gobierno y a su Máximo Líder. Me agradaba que hacerme cómplice fuera una prueba de confianza, pero también me preocupaba que comunicara a otros conocidos del medio con tal desfachatez su desprecio por el régimen. En aquellos días las delaciones y persecuciones se incrementaban. Las depuraciones en el terreno político al estudiantado universitario y en los centros de trabajo hacían mella en cualquiera de dudosa integración al sistema. En nombre de la pureza del proceso se expulsaba a supuestos diversionistas y apáticos con el simple apuntar de un dedo, y se le echaba a la calle con el estigma de “enemigo de la Revolución”.
Por el contrario Kary la Sola defendía los desmanes del proceso, buscaba justificaciones al descalabro. Esta posición provocaba discusiones y daba al traste con la armonía de la pareja. Ella se refugiaba en un viejo fonógrafo donde hacía sonar a lo largo del día, She Got a Ticket to Ride, de los Beatles, mientras todos nos preguntábamos cómo había adquirido el disco, en un momento en que el famoso cuarteto inglés estaba rotundamente prohibido en la Isla. Escuchar a los Beatles era una señal inequívoca de disidencia y muchos jóvenes padecieron la intolerancia estatal. Si para Machito la máquina de escribir era su arma de batalla, para Kary la Sola era el fonógrafo y los Beatles.

“She's got a ticket to ride,
She's got a ticket to ride,
She's got a ticket to ride,
But she don't care”

Otro de los habitantes de la Villa era un fantasma. Se deslizaba silencioso, cargado con el peso de su culpa, de su apasionada traición que lo llevara a la muerte. Todas las noches deambulaba por los pasillos del caserón sin arrastrar cadenas ni lamentos, repartiendo cartas y mensajes, creyéndose aún el secretario, mensajero y portero del antiguo Centro Cultural. En los días de la insurrección había delatado al Servicio de la Inteligencia Militar. a sus compañeros de clandestinidad. Se decía que la envidia y los celos lo habían arrastrado a la traición. Se presentó voluntariamente en el despacho del más siniestro de los oficiales de la dictadura, _ al que el dramaturgo Ramón Ferreira llamó El Hombre Inmaculado porque siempre vestía de traje blanco_ y con manos húmedas y temblorosas informó el paradero de sus compañeros revolucionarios. Hora y lugar.
Los esbirros no tardaron en rodear el edificio, allanar la casa y ametrallar a mansalva a sus ocupantes. Años después, en los primeros días de la Revolución, el delator fue juzgado por su crimen. Los altos jerarcas del sistema lo condenaron a muerte en el paredón. Marquito se llamaba el fantasma.
A los demás habitantes de la Villa los fui conociendo con el tiempo. A los que se fueron y a los que vinieron más tarde para desgracias de todos.

© Este fragmento pertenece a la novela inédita "Villa Miseria" de Sergio Giral. No puede ser reproducido en ningún otro sitio, salvo con autorización expresa de su autor.

CAPITULO 2 DE "VILLA MISERIA". PUBLICADO EN "EL TONO DE LA VOZ".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Espectacular texto, excelente avance, ya habia leido el segundo capitulo, gracias y saludos.

Rocio.

Anónimo dijo...

J.A

Interesante esto que nos trae Giral, no sabia que ese lugar estaba destinado a eso, este blog siempre sorprendente. Muy bueno el trailer que colgaron, actores cubanos de Miami. Suerte.

Anónimo dijo...

Sergio Giral siempre jugando y trayendonos la historia de la mano. Buenisimo.

El Tinajón dijo...

Excelente!

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