viernes, 20 de enero de 2012

CAMBIO DE LUZ.


Magdiel Aspillaga.

Sin dudas “Biutiful” es una de la películas que más me ha golpeado últimamente, demasiado diría yo. Todo sucede al unísono, yo escribo, pasa un avión, recuerdo “Pedro Páramo” de Rulfo, las calles me parecen coloridas y a veces frecuentemente llueve y ahora frío, mucho frío, callado y celoso invierno que se funde con esa tarde que lleva el color sublime y respetuoso de la nostalgia o de algo que denominaron nostalgia y que no se explica sino como un respeto breve hacia los que no están, hacia los que estuvieron, de los que están sin estar entre esas dos fronteras exactas que conforman la noche y el día. En algún momento escribí algo que reproducía un fragmento de “Amarcord” de Fellini. Un anciano borracho se pierde entre la profunda niebla de su pueblo sin lograr encontrar la entrada a su casa en el regreso. Está turbado y teme lo peor, estar muerto y no haberlo notado todavía. A lo lejos se acerca un coche conducido por un misterioso personaje (un carruaje que es como el de “Nosferatu” de Morneau o el del “Drácula” de Copolla, de donde parece que el cochero va a estirar una mano grande llena de sombras y levantar al menudo anciano por el aire). El enigmático cochero se acerca a el anciano que está expectante ya sin borrachera alguna, el cochero le pregunta el que hace allí a esas horas de la madrugada y el anciano le cuenta con miedo que no encuentra la entrada a su casa, el cochero amablemente le indica entre la niebla con su mano (que no era larga) que la misma se encuentra a sus espaldas. Genialidad de Fellini y bella metáfora-símil-construcción o interpretación de un mundo que no por real deja de ser mágico. “Biutiful” muestra a un hombre que busca la vida en el momento en que la está perdiendo, quizás la película más mexicana de Iñarritu, la más “Pedro Páramo” de todas, ver a tu padre joven junto a ti anciano, recordar una emisora fantasma que solo transmitía el sonido de las olas del mar, no precisar quienes somos los vivos y quienes los que han muerto. Caminar y preguntar por alguien que ha pasado junto a tu baño, en la callada madrugada en que todo se volvió a detener.

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